Lorca, Caravaca, Yecla, Cieza. Cada vez son más las voces que empiezan a dar la alarma sobre la situación que sufren cientos de miles de usuarios de la sanidad pública fuera de las dos grandes capitales de la Región.

La Marea Blanca, la Atención Primaria, los partidos políticos de la oposición, las asociaciones de usuarios, hasta los sindicatos han comenzado a soltar amarras tras años de estar atracados en puerto, resguardados de vientos y mareas, de crisis y recortes, donde han cohabitado a cuerpo de rey con la Administración, comienzan a rebelarse ante un tsunami que empieza a tomar fuerza, y que puede llevarse por delante a más de uno.

Miles de usuarios y pacientes empiezan a convencerse que son tratados como enfermos de segunda o tercera clase y, cuando eso ocurre, la bomba de relojería puede explotar en cualquier momento.

No es fácil la solución, hay demasiados obstáculos en el camino. No hay profesionales suficientes, la demanda de profesionales sanitarios, tanto a nivel nacional como internacional es tan alta que el paro en estas profesiones no existe; al contrario, cada día se cotizan más y más, y si a esto le sumas una crisis económica galopante, con una deuda pública y un déficit en nuestra región alarmantes, ya tenemos dos factores para la tormenta perfecta; solo falta un tercer elemento, que por desgracia está a punto de llegar: Se acabaron los fondos Covid.

La bola de nieve de la sanidad pública ha empezado a rodar, cada día se hace más grande, si algunos tardan en frenarla, en pocas semanas arrasará con todo lo que pille a su paso, y la bola puede convertirse en un alud de quejas y reproches, de manifestaciones y concentraciones, de indignaciones y reclamaciones.

Repensar la sanidad pública es inevitable. Sería un grave error volver a lo que ocurría en 2019, cujando miles de profesionales bailaban, a veces descaradamente, con la actividad privada, mientras la propia Administración pública se tapaba la nariz, al igual que volver a las andadas donde las peonadas fáciles y rápidas hacían engordar las nóminas de los profesionales.

No existe una solución única, por eso todos deberían comenzar por aportar soluciones, no seguir creando incertidumbre, miedo y problemas. Seguir incitando a la sociedad a rebelarse quizás sea la solución final cuando hayamos fracasado como Administración, cuando haya saltado en mil pedazos cien reuniones, cuando no seamos capaces de subirnos a una atalaya y ver el problema de la sanidad pública con objetividad, anteponiendo los intereses generales a los partidistas.

Nos estamos jugando en los próximos meses, el modelo de sanidad pública del que queremos dotarnos, y hay posturas y posiciones tan legítimas, tanto unas como las otras. Hay quien apuesta, como está haciendo, por ejemplo, la educación pública, por traspasar cada vez más huevos de la cesta pública a la privada; incluso la enseñanza privada no obligatoria está entusiasmada con los regalos que lleva recibiendo los últimos años. Y hay, como es el caso de las organizaciones que han comenzado a rebelarse, que están por añadir músculo y recursos a la sanidad pública.

Lo ideal es que entre todos se decidieran acerca de qué modelo de sanidad pública nos dotamos, aunque me temo que aquellos que quieren fortalecer los conciertos, cuyos tentáculos son largos y fuertes, y cuentan con pequeños pero abundantes ‘caballos de Troya’ en la sanidad pública, hace tiempo que hicieron su apuesta legítima, y las encuestas que vamos conociendo les dan la razón. 

Y es que como proclama el dicho popular, palos con gusto no duelen. La sociedad es soberana.