Por fin, bicho! A punto estaba de pillarme un avión y salir a buscarte… Nos has tenido medio preocupados.

Por aquí todo bien, mamá estaba vuelta loca pero ya se quedó más tranquila. Dice que mandes una foto o una postal para la próxima, no se cree nada. Sus razones tiene la pobre mujer.

La verdad que están siendo momentos de cavar hondo, revisando pedacitos de mi vida para que tal vez, a través de mis penas, pueda algún día entender las tuyas. Sigo pensando lo mismo que te dije la última vez, pero ¿quien soy yo más allá de una masa de carne y huesos con un par de victorias y sus cuantas derrotas? Lo que fue y será es cosa de cada cual. Voy a optar por hablar de mí y a través de mí quizás hable de ti, como un cuento donde nos sentimos reflejados los personajes sin que fuera una intención vital del autor. Esta vez quizás lo sea un poco, pero pretendamos que no.

Recuerdo no poder dormir del frío, abrazando mi guitarra para que no me la robaran si me quedaba dormido. Recuerdo ver morir a un par de amigos que, bailando con sus placeres, tropezaron y se cayeron a las vías de algún tren. Encontré una botella con una nota flotando en el lago, la saqué del agua, escribí algo distinto e hice creer a la gente que había un tesoro escondido en algún rincón de Berlín. La ketamina casi me mata, se me cristalizaron los vasos sanguíneos y no podía pasar la sangre. Me atacó un hombre y su hacha, la esquivé y del miedo se me relajó el esfínter y casi me cago encima. Mentí por no herir y por no herirme, por que todos tenemos secretos y no le debo nada a nadie. Conseguí reírme de tu desgracia, pero sobre todo de la mía, que es la que mejor conozco. 

Salvé al gato del árbol, le di hogar y trato de visitarlo cuando puedo. Volví a beber y me reencontré con el alcohol y sus verdades. Me volví a enamorar, sabiendo cuánto duele y agradeciendo poder volver a amar. Enterré a mi perra envenenada aun siendo un cachorro y entre lágrimas cavé un hoyo y lo llené con su carne. Leí tu carta y no supe cómo responder… Ahora creo haber encontrado la manera. Tú conoces estas historias, también las reíste y las lloraste cuando tocaba; ahora toca abrazarlas para que no brote el trauma.

Me he pasado estas últimas semanas amaestrando mis miedos, entendiéndolos mientras atesoro otros nuevos, riéndome de mis desgracias, porque puestos a interpretar la realidad, caí en la cuenta de que me costaba menos vomitarla si me reía de ella… Mientras, jugaremos a creer entenderla y a hornear verdades, y algunos que creyeron entender, pero no les vale con eso, pondrán en práctica tantos métodos como sea necesario para hacer de su verdad, la verdad ajena. Los hay que luchan, probablemente ignorando las consecuencias, por un mundo donde la verdad sea una, inmutable. Yo lucho por un mundo donde mis verdades sean un abrazo a las tuyas propias; mis ideas nacieron para comérselas, digerirlas y cagar la mayor cantidad posible. 

El cuerpo conversa. Nos conversa y nos premia cuando camina descalzo y la arena aún no quema tanto: el placer por comer, para alimentar las células que un día nacerán. El placer por follar, para que el trabajo de nuestros abuelos sea algún día el nuestro. El placer por dormir, para permitirnos el tiempo de entender el resto. Morir debe ser un placer para poder dar espacio a otra vida.

¿Y que hay del resto de placeres, tan diferentes como pies marcan la arena? Algo nos quieren contar, algo habrá que aprender. En ese esfuerzo por conocernos se interpone la moral, otro placer para aquellos que necesitan darle nombre y razones a quien supuestamente comenzó a tejer este gigantesco telar. 

Los hay que no encuentran placer en la masturbación, en la siesta o en un plato de sopa y bien preferirían dibujar el mar, pasear entre manglares, echarles veneno a los perros o ahogar a su exmujer en la piscina que le tocó pagar a él, aunque sea ella quien la use. Atesorarán el placer de su verdad, encontraron lo que su ser ansía. La sociedad prefiere ignorar, pero la química tenía sus razones. 

Cuando cae la noche o cuando caen los párpados nos iremos a dormir y nuestro cuerpo buscará ser feto al encuentro de los más universales y abstractos de los conceptos: el amor y el miedo.

Espero que estas palabras, que fueron mi reflexión de estos últimas semanas, te ayuden a entenderte, perdonarte y quererte. 

Te mando otro par de libros, mucho amor y mucha magia en tu pequeña odisea. Te quiero con todo mi corazón, mi hermano querido.