Hace poco se ha celebrado la cumbre climática de Glasgow. Esa a la que han llegado, en sus jets privados, cada uno de los líderes mundiales encargados de idear soluciones para afrontar el cambio climático. Es el paradigma de hasta qué punto está desconectada la clase política de la realidad de los ciudadanos. Salvo algunos honrosos ejemplos, parece que les importa un pepino.

Debo reconocer que soy una escéptica en todo lo que se refiere al cambio climático. Quizá sea una ignorante y mi sola contribución acabe con el planeta, quien sabe. Pero todo ese rollo me suena más a cortina de humo, y a propaganda, que a otra cosa. Por supuesto que defiendo un uso sostenible de los materiales y unas costumbres más saludables, ecológicamente hablando, pero se me pone cara de ñu cuando oigo hablar del tema. Como cuando me llaman para hacerme una oferta de móvil.

Sólo digo que a la Tierra hay que verla a los ojos de la Tierra, en sus millones de años, y en las diferentes evoluciones que ha ido experimentando. Y entiendo que el comportamiento responsable y consciente del entorno en el que vivimos es algo que debe llevarse a cabo, por civismo, y por respeto a la naturaleza y al mundo que tenemos, independientemente de que haya cambio climático. Todas esas chorradas me hacen pensar que, si no hubiera señales de cambio climático, ¿podríamos hacer lo que quisiéramos, aunque fuera contaminante? La respuesta debería ser que no.

No creas que soy la única que no le da la importancia debida al asunto. Durante la cumbre sobre el clima, Joe Biden se tiró un pedo en presencia de Camila Parker Bowles, y se quedó tan tranquilo. Así que, si uno de los líderes mundiales para combatir el cambio climático se pasa el asunto por el forro, imagínate lo responsable que yo me siento al respecto.

Pero no hablemos del fartgate de Biden. Volviendo a los propósitos de lucha contra el cambio climático, resulta sorprendente que, siendo una realidad el hecho de que la población mundial se concentra alrededor de las ciudades, y que los medios de transporte actuales suponen una carga más que importante en lo que a contaminación se refiere, no se haya acordado una solución. Me parece más factible abordar el transporte colectivo en las ciudades, de forma no contaminante, que regular la emisión de todos los vehículos particulares.

Ha terminado la cumbre de Glasgow, y a lo más a lo que han llegado es a decir que hay que potenciar los vehículos eléctricos. Tanto por contaminación del planeta, como por calidad de vida de los ciudadanos, ¿no se debería potenciar el transporte público no contaminante? Para lograr la sostenibilidad ¿no sería útil movernos colectivamente en todos los desplazamientos que sean coincidentes? Imagina la de espacio y la de tiempo que ahorraríamos. Y lo bien que le sentaría al planeta.

Nada, tienen los medios para volar como águilas, pero siguen dando saltitos como aves de corral. Así nos va.