El concepto ‘isla ferroviaria’ es un ejemplo señero de lo que puede dar de sí el aparato de propaganda del Partido Popular de Murcia cuando se pone a discurrir. El hallazgo es ingenioso y muy descriptivo pero, como todas las campañas propagandísticas, resulta de escasa utilidad para afrontar los problemas con el rigor debido.

Las obras para el trazado del tren de alta velocidad han provocado un corte ferroviario de cercanías que afecta a no pocos ciudadanos del sur de la región, habituados a utilizar ese medio de transporte para acudir a sus trabajos o sus centros de estudio. ¿No podría haberse evitado esa supresión de los trenes de cercanías mientras se llevan a cabo las obras en la red ferroviaria? Esa es la pregunta que las autoridades deberían responder en lugar de enzarzarse en batallas mediáticas, pero no se ha dado aún el caso de un político capaz de dejar a un lado el cálculo electoral cuando ha de afrontar temas sustanciales. Sentémonos a esperar.

Sea como fuere, lo cierto es que la supresión de los trenes de cercanías es un elemento que viene al pelo para alimentar la campaña contra Sánchez puesta en marcha por el Ejecutivo regional. El argumento es muy sencillo: Sánchez nos odia porque no le votamos. Elemental y eficaz, pero dudosamente cierto.

En las últimas elecciones generales, los socialistas se quedaron en Murcia a menos de 13.000 votos de los populares y vencieron en las autonómicas, en votos y en número de diputados. Los resultados de las elecciones generales en Murcia fueron similares a los de Galicia o Castilla y León, que tienen sus capitales de provincia conectadas por alta velocidad y cuyos presidentes autonómicos, también del PP, no acusan al presidente del Gobierno de traicionar a sus ciudadanos. No parece, por tanto, que Sánchez tenga muchos motivos para odiarnos específicamente a nosotros, pero los argumentarios políticos son más eficaces cuanto más simples porque no están hechos para aportar elementos de convicción racional, sino para agitar los instintos primarios y transformarlos en munición electoral.

En todo caso, el atraso de la región en materia de infraestructuras no es un agravio que pueda atribuirse a Sánchez en exclusiva, porque se trata de un elemento consustancial que nos ha acompañado a lo largo de toda la democracia. La séptima capital de España sigue sin conexiones ferroviarias directas de alta velocidad y con las vías sin electrificar no por una rabieta electoral de un tipo que lleva tres años empotrado en La Moncloa, sino por el abandono sistemático del que ha sido objeto durante décadas con Gobiernos de España de uno y otro signo.

Pero lo que debería preocuparnos desde un punto de vista estratégico a medio-largo plazo no es la incomodidad de los viajeros que han visto suspendidos los servicios de cercanías ni la escasez de trenes diarios de alta velocidad hacia Madrid. En Murcia, el verdadero salto de calidad solo se producirá cuando el corredor ferroviario del Mediterráneo esté funcionando y la región de Murcia, especialmente Cartagena (que debería ser el punto prioritario de conexión por la importancia de su puerto y la necesidad de ampliarlo con la dársena del Gorguel) tenga una conexión directa para el transporte de mercancías por tren hacia el centro y el norte de Europa.

Esa es la apuesta verdaderamente importante, la que traerá riqueza y prosperidad y la que, precisamente por eso, ha sido impulsada por los empresarios y la sociedad civil; no por los políticos, que prefieren seguir enzarzados en sus batallas de propaganda agitando memoriales de agravios ante el rostro de su adversario.