El capítulo 13 del evangelio de Marcos contiene uno de los dos apocalipsis de todo el Nuevo Testamento. De todos es conocido el famoso libro del Apocalipsis; tan conocido como mal entendido.

Al contrario de lo que cree la mayoría, en ese libro escrito bajo la persecución de Diocleciano en Asia Menor hacia el año 95 de nuestra era, se pretende dar esperanza a una comunidad que está viviendo el asesinato cruel de sus miembros, perseguidos por seguir a Cristo y no ceder ante el culto al emperador. Es un libro de imágenes poderosas que pretende sostener a los que se saben en peligro ante las fuerzas del Imperio representadas como demonios poderosos, bestias de muchas cabezas y peligrosas fuerzas inhumanas.

En este texto, el Imperio romano es la Bestia de siete cabezas y diez cuernos, es la Babilonia sangrienta que persigue a quienes no se someten, pues todo imperio se sostiene sobre la sumisión de los súbditos, sobre el terror producido, sobre la muerte extendida. Aquellas comunidades, tan pequeñas, pero tan valientes, representaban un peligro amplio para un imperio que no puede resistir ante quienes no temen a la muerte, pues la muerte producida por ser fiel a la justicia y la verdad es una muerte redentora.

Los que han lavado sus vestiduras en la sangre del cordero, como dice el libro, esos vivirán para siempre. Las iglesias son el lugar donde se vive esta esperanza de un mundo nuevo. Como se afirma al final del libro del Apocalipsis: «Vi un cielo nuevo y una tierra nueva».

Pues, el segundo ‘apocalipsis’ de todo el Nuevo Testamento se encuentra en el capítulo 13 de Marcos. Es un texto breve, en el que Jesús anuncia la destrucción del Templo de Jerusalén. Se trata en realidad de vaticinium ex eventum, pues está escrito en el año 70, justo después de que sucediera. El autor del Evangelio, ante la imagen de destrucción producida por las tropas romanas en Jerusalén, pone en boca de Jesús el vaticinio de esa destrucción. Pero, añade además una esperanza, pues es el signo de que la salvación está cerca.

El autor del Evangelio, como el autor del Apocalipsis, pretende infundir esperanza a su comunidad: «Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán». La comunidad marcana se encuentra en un momento complicado, en el que se ha separado del judaísmo y se abre toda la historia para ella. Debe construir un mundo nuevo y eso genera tensiones y dudas.

En los tiempos actuales, la Iglesia está ante un cambio de época que lleva a muchos a buscar seguridad en el pasado. Pero el pasado no puede darnos el futuro. Esos tales buscan a Dios donde no se encuentra, pues Dios siempre viene del futuro. Probablemente sea necesaria la destrucción de cuanto consideramos propio de la Iglesia para poder ver una Iglesia Nueva, como el visionario de Patmos vio un cielo y tierra nuevos.