Sí. Esa es la única certeza irrenunciable del destino para nuestras vidas salvo que la enfermedad o el infortunio repentino lo impidan. Porque, por lo demás y a estas alturas de otoño, todo se presenta oscuro antes de pasar las hojas del calendario pendientes y alcanzar aquello que nos prometen.

Oiga, que de esperanzas también se vive. Como las que escuchamos de los políticos que presentan ante nuestra testuz un trapo de pronósticos para la época de la eclosión de las flores con el fin de que no les embistamos por su inoperancia o su impotencia para resolver lo que se cierne.

Dicen que la primavera arreglará los precios de la luz y los carburantes ahora que estamos metidos en una crisis energética que, como alimentada estos días por las primeras nieves, rueda pendiente abajo hacia nuestros hogares en una bola de facturas desorbitadas.

Oscurece antes y hace frío: encender la estufa de butano o el calefactor de tubos incandescentes (sí, los que siguen existiendo en los hogares más humildes), va a suponer un sacrificio extra para los ya apuntados a la pobreza energética. Esa que ronda los negocios de muchos autónomos que ven cómo sus costes se disparan sin poder trasladarlos a sus clientes a no se que quieran perderlos. Por cierto, ¿tanto descalabro para las haciendas públicas supone bajar al 10% el IVA de las peluquerías? Al menos que todo esto nos pille peinados.

Acercarse a la gasolinera estas semanas supone pagar los carburantes de manera constante a como esporádicamente llegaron a estar en 2013. Y de nuevo, a quien penaliza es al que menos recursos tiene porque necesita un coche viejo para sus desplazamientos que no se puede permitir cambiar y que gasta más carburante y contamina más. Por no hablar del impacto que esta subida del 30% en un año está provocando en un sector tan estratégico en la Región como el transporte y lo que repercute, sin excepciones, en el resto de bienes y servicios.

Pero nos dicen que no nos preocupemos: los que consigan llegar tras seis meses a la otra orilla del tío turbulento de pagos verán que todo ha sido coyuntural. Entonces nos dará risa ver la factura de la luz, pondremos la lavadora a las doce del mediodía, echaremos gasolina de la buena, de la cara, y renunciaremos a peregrinar por los supermercados buscando ofertas.

Habrá llegado la primavera a nuestras economías. ¿Pero... de qué año?