El exalcalde de Murcia podría ser proclamado candidato para 2023 en un acto a celebrar el próximo primero de diciembre de la mano de Teodoro García, y esto ha movilizado a su antecesor, Miguel Ángel Cámara, para interceder ante el secretario general a fin de que éste rectifique y lo impida.

José Ballesta volverá a ser candidato por el PP a la alcaldía de Murcia. No es algo que pueda sorprender desde el momento en que, tras la moción de censura de PSOE, Cs y Podemos que lo derrocó, tras amagar aparentemente con retirarse de la política decidió pensárselo un poco mejor y darse tiempo para hacer sus cálculos. 

El periodo de reflexión duró poco tras constatar que disponía de apoyos muy sólidos, en contra de la inercia habitual consistente en que cuando un político pierde el poder quienes lo ayudaron a sustentarse en él buscan de inmediato otro referente. Ballesta, sin embargo, se sintió arropado desde el primer instante por su entorno. Por supuesto, también fue decisivo para evitar tomar decisiones irreversibles el observar que su partido dejaba la continuidad a su propio criterio: en el PP no se apresurarían a buscarle un sucesor hasta tanto él mismo no resolviera sus dudas y, en cualquier caso, le advertían de que seguía siendo la opción preferente, si bien le exigían que no prolongara en exceso el periodo de incertidumbre, y le imponían una penalización: no podría elegir a su sustituto, pues si él no se decidía a volver a presentarse sería el partido el que localizaría a su alternativa para la candidatura. 

Otra cuestión importante para avanzar en esa decisión: el Gobierno PSOE-Cs no ha conseguido transmitir la imagen de cambio más que en los ámbitos autosatisfechos del primero (los del segundo no existen ya); es decir, no hay una sensación de que se transita por un espacio sustancialmente diferente, han decaído las denuncias de corrupción instadas por el socio naranja que justificaron la moción de censura, y la política, salvo en proclamaciones abstractas, no ha cambiado de rumbo. Solo podrían reorientar esa sensación algunos concejales del PP, especialmente ansiosos, que elevan sin motivo la crítica a un gobierno municipal que está haciendo prácticamente la misma política que él que vino a sustituir, salvo que el equipo es menos experimentado y el aparato funcionarial en su conjunto está menos incorporado. 

1 de diciembre. La proclamación de Ballesta está prevista inicialmente para el día primero de diciembre, en un acto que se habrá de celebrar en Santa Cruz, en el Bar de La Rosarito, y para el que se está convocando a las fuerzas vivas del PP en barrios y pedanías. Se supone que el maestro de ceremonias será el secretario general nacional, Teodoro García, un aval imprescindible, dado que los candidatos a las alcaldías de la dimensión de la capital murciana requieren el visto bueno de Génova. 

Pero ante esta posibilidad, el exalcalde Miguel Ángel Cámara, quien desde hace meses está echando el todo por el todo para impedir que Ballesta revalide su posición, anda intentando movilizar a personas de su confianza en la organización popular, y hace unas semanas reunió en lo que pretendía ser un encuentro secreto a catorce personas en el Casino de la pedanía de Patiño bajo la consigna de que «hay que hacer llegar a Teodoro que Ballesta no puede volver a ser candidato». Entre los asistentes estaba quien fuera concejal de Cámara, Antonio Sánchez Carrillo, que en su día ofreció a Ballesta literalmente, a la salida de una iglesia del centro de Murcia en que se celebraba un acto de Semana Santa, su escudo y su espada para apoyarlo como candidato a la alcaldía en la fase, hará unos seis años, en que, como ahora, Cámara se oponía a que quien fuera rector de la UMU lo sustituyera en el cartel del PP. Lo sorprendente es que en esa reunión de Patiño nadie pudo sacarle a Cámara quién podría ser el candidato alternativo, pues aquél parece tener clara una sola cosa: «Cualquiera, menos Ballesta». Su apelación a los catorce consistía en que, cada uno a su modo, hicieran llegar a Teodoro García que Ballesta no es el candidato idóneo, y advirtió acerca de que no lo intentaran a través del presidente y el secretario general del PP en la Región, por infructuoso: «Fernando y Luengo no pintan nada en todo esto», los ilustró. La cosa parecía ser urgente a la vista de que se prepara un acto de proclamación para el 1 de diciembre, y hay que llegar antes a Teodoro para disuadirlo.

En ese encuentro de Cámara con sus fieles, algunos de los cuales salieron indignados a la vista de que como ‘argumento político’ se les vendió una obsesión personal, también se habló del futuro del partido en el ámbito regional, y surgió el nombre de Patricia Fernández, la alcaldesa de Archena, a quien su colega de la capital, que dejó unos cien millones de euros colgando de los frustrados convenios urbanísticos, apoya lunes, miércoles y viernes, mientras es partidario de López Miras martes, jueves y sábado, y el domingo descansa. Según alguno de los presentes, tal vez el propio Sánchez Carrillo, «Patricia no fue valiente en 2018, cuando pudo presentarse a la presidencia del partido y no lo hizo, así que perdió su oportunidad», mientras otros subrayaron que aquel congreso fue convocado «de un día para otro, y con López Miras y Rajoy compartiendo manteles en Cartagena», además de asegurar que «desde entonces hasta ahora, Patricia ha crecido mucho».

UN DEBATE POCO INOCENTE. Este debate no es inocente, pues quienes quieren segar la hierba bajo los pies de Ballesta lo hacen pretendiendo situarlo como partidario de la archenera frente a López Miras para alejarlo así de la confianza del presidente. Pero es paradójico que sea Cámara quien instrumente este recurso cuando es él mismo quien alternativamente, según en el PP le hagan caso o no respecto a su posición ante Ballesta, se muestra favorable a la alternativa Patricia Fernández, en unión con el resto de la ‘vieja guardia’, a pesar de que no se hable con alguno de éstos; Valcárcel, por ejemplo. Por otra parte, Ballesta es un figurón en lo orgánico, sin ascendencia ni influencia ejecutiva en el partido, un poder que rehúye, pues desde el principio eligió situarse en una posición ‘institucional’, sin descender a las trifulcas internas. Su apoyo principal en la última etapa, después de que Valcárcel lo impusiera frente a los deseos de Cámara como candidato en la capital, es Teodoro García, y éste considera que es la mejor opción del PP para 2023 siempre que Ballesta no demore la decisión. 

Éste se ha venido mostrando remolón tal vez por mantener un tiempo de distancia que le permitiera observar sus apoyos y posibilidades, y también porque permanecer en un segundo plano suele alejar las críticas. Una vez que los adversarios políticos localizan al candidato futuro no le dan tregua. Y Ballesta permanece hasta ahora con cierta comodidad sumergido en el Grupo Municipal, en apariencia sin apenas protagonismo externo, lo que le facilita cierto blindaje. Pero en el caso de Murcia, el PP, es decir, Teodoro, exige acción y establecer desde ya una estrategia clara y definida para las elecciones, antes de dar lugar a que el ambiente se enrarezca con la aparición de voluntarios. Hasta ahora no ha ocurrido, y véase que ni siquiera Cámara dispone de un testaferro (político, aclaro). 

LA CONLLEVANCIA DE GÓMEZ. Por otro lado, también alienta a Ballesta un análisis de situación que le permitiría deducir, como a cualquiera, que las causas por las que fue relevado respondían a unas circunstancias excepcionales que no se podrían repetir: el repentino acceso de Cs para cambiar de socio (al PP por el PSOE) ha acabado penalizando de tal modo a los naranjas que es improbable que, una vez concluido el periodo en que éstos mantienen su influencia institucional conseguida por su engañoso mensaje electoral, puedan prolongarlo en las próximas elecciones, que anuncian su desaparición. El Gobierno municipal actual de PSOE-Cs es posible porque el primer partido está sostenido en el poder por otro de naturaleza zombi, un muerto viviente con fecha de definitiva caducidad. 

Y esto es así porque del inicial modelo de Cs, una especie de alianza socialdemócrata-liberal para promover el regeneracionismo, una vez que los ‘progres’ lo abandonaron tras constatar que los pactos se producían sistemáticamente con la derecha escasamente ‘regeneracionable’, solo quedaron los proclives a ésta, y cuando Arrimadas decidió dar el giro al centro izquierda ya no quedaba nadie en su organización que la secundara, salvo como en el caso de Murcia algún dirigente, Mario Gómez, cuyas motivaciones eran más personales que políticas.

En el imaginario de éste, y en lo que por entonces alentaba el socialista Diego Conesa, se dibujaba que un pacto PSOE-Cs conllevaría un cambio de cromos: la presidencia de la Comunidad para el líder del PSOE y la alcaldía de Murcia para Gómez, a pesar de que su cuota como líder municipal de Cs le reportaba tan solo cuatro concejales de un total de veintinueve. De ahí que la noche en que fue invitado a firmar las mociones de censura en la sede de su partido a instancias del enviado especial de Cs, Carlos Cuadrado, se mostrara como el más renuente: «Siempre soy yo el que tiene que pagar el pato», vino a decir, y hasta aseguran que desapareció de escena durante algún tiempo antes de firmar la moción, al constatar que su papel seguiría siendo el de segundón, antes con Ballesta, y después con el socialista Serrano.

Los socialistas cultivaron a Gómez en tiempos de Ballesta al percibir que el entonces alcalde excitaba sus celos intelectuales con la indiferencia, que el de Cs interpretaba como desprecio, y le dieron cariño hasta que la ocasión fue propicia. Gómez no tenía otro objetivo que sacar a Bellesta del poder, una de las paradojas políticas más llamativas desde la Transición, pues mientras pretendía esto propició seis años de gobierno popular en la alcaldía de Murcia al sumar sus concejales a los de Ballesta. Por eso ahora resulta tan hilarante escucharle decir que su mérito consiste en haber echado al PP del poder cuando ha contribuido a mantenerlo en él más de un lustro, casi todo el tiempo que lleva en política como miembro de Cs (antes militó en el PSOE y en UPyD, por lo menos).

Si ahora preguntamos a alguien del PSOE qué tal les va con Gómez de socio, te responden con la misma frase que Azaña cuando le interpelaban por Cataluña: «Lo vamos conllevando». Como hacía Ballesta, salvo que el exalcalde no tenía paciencia para soportar a quien consideraba un político mediocre; en ese aspecto los socialistas lo disimulan mejor. Y eso a pesar de que la situación es la misma: si atendemos a lo que Gómez publicita en su Twitter en calidad de concejal de Fomento lo que constatamos es que su política no trasciende a lo que correspondería a un jefe de servicio: obras menores, reparaciones de infraestructuras, allanamiento de baches y similares, y mientras tanto sigue paralizando la actividad de otras concejalías en su particular atribución de interventor general. 

En realidad, Gómez no ayuda al PSOE a que configure una imagen diferencial y tampoco importunaría, por ausencia, a Ballesta en un futuro escenario político en que éste tuviera posibilidades de gobernar. Este es otro aspecto de la cuestión que con seguridad ha animado a Ballesta a volver a por un nuevo mandato. Aunque sea con Cámara al acecho.