Caridad de Santiago Restoy

Una pregunta sencilla entre amigos: ¿Qué guardarías de la Región de Murcia para la posteridad en una cápsula del tiempo? Las respuestas han sido rápidas y bastante sorprendentes, en muchos casos. Todos tenemos algo de nuestro entorno que no nos gustaría perder, necesariamente no ha de ser algo actual, también sirven los recuerdos y las huellas del pasado, aquello que conocemos y quisiéramos poder compartir con las generaciones venideras. Vamos a ir llenando, cada martes, nuestra muy elástica cápsula hasta que ya no quepan más cosicas. 


Duda Caridad, Karina para los que la conocemos, en decidirse entre el Valle de Ricote, su querido faro de Cabo de Palos y la vela latina; si le dejara un poco más de tiempo, seguro que ampliaría el listado con elementos igualmente singulares y atractivos de nuestra Región, pero me quedo hoy con su primera elección, aunque próximamente incluiremos los otros.

Un paisaje singularísimo se nos muestra, desde que nos adentramos contracorriente por los caminos que transcurren serpenteantes junto el cauce del Segura entre los municipios de Archena, Ulea, Villanueva, Ojós, Blanca, Abarán, hasta llegar a las inmediaciones de Cieza. La orografía de la zona y la acción antrópica han modelado con acierto, desde hace trece siglos, este espectacular paraje, al que también se denomina como Valle de los Moriscos, por ser el reducto final donde permanecieron antes de su definitiva expulsión.

El río se va encañonando entre las pequeñas y ásperas sierras de El Cajal y Ulea, del Chinte o El Solvente y la de Ricote, dejando a ambos márgenes un terreno de fértil vegetación en pequeños huertos de frutales, naranjos y limoneros, regados por la red de acequias y norias, salpicados de esbeltas palmeras y un sinfín de flora que embellece las tradicionales construcciones vernáculas, cada vez más raras de encontrar en nuestra Región, coloreadas sus fachadas con atrevida y variada gama, junto a alguna que otra villa decimonónica de especial encanto.

Decía Pascual Madoz, al referirse a este enclave en su diccionario geográfico, a mediados del siglo XIX:

«Su curso es de Norte a Sur hasta introducirse en los términos de Archena. Es tan extraordinario el beneficio que prestan estas acequias, que produciendo inmensidad de huertos compuestos de naranjos, limoneros en infinidad de toda clase de frutales, presentan las más encantadoras vistas. Las tres leguas de terreno que constituyen el valle son un espesísimo bosque de frutales, entre los que descuellan principalmente naranjos y limoneros, cuyas frutas producen una riqueza considerable. Forma gran contraste la aridez de las sierras que constituyen este valle con sus deliciosos jardines, por entre los que marcha el río Segura bañando los pueblos de ambas márgenes».

Poco ha cambiado desde entonces y esperemos que, con la protección del mismo, perdure inalterable, salvando del abandono y la decadencia la arquitectura que todavía conserva. Un rincón de nuestra tierra que hasta ahora mostramos orgullosos al forastero, sorprendido como Madoz de la belleza de este recóndito paisaje.

Y si quieren ustedes saber más, les invito a leer un extenso y magnífico artículo de nuestra invitada de hoy en la revista de la XX Jornadas de Patrimonio Cultural de la Región de Murcia, lo encuentran en la web, titulado: «Arquitectura y paisaje cultural del Valle de Ricote».