Existía la Caja B. Al menos así ha quedado fijado en la sentencia de la Audiencia Nacional del pasado jueves que declara probada la existencia de una contabilidad paralela y clandestina llevada por la tesorería del PP y con cuyos fondos se pagó, por ejemplo, la reforma de la sede en Madrid del partido conservador. Será cosa del pasado, como afirma Casado, pero el ectoplasma de ese pasado bien que asomaba en el reciente congreso del PP en Valencia, donde tuvieron su momento estelar Rajoy y Aznar, máximos mandatarios del partido cuando esa contabilidad opaca se llevaba, y a cuya sombra protectora se cobijó Casado. Pero es que la izquierda gobernante parece empeñada en pegarse un tiro en el pie cuando parecía tener el viento a favor de los presupuestos más o menos encarrilados. Por el temor de que sea el socio de Gobierno el que se lleve el santo y la limosna de la negociación de la reforma laboral, el PSOE intenta poner a Nadia Calviño en la chepa de Yolanda Díaz, no vaya a ser esta la única protagonista. Y cuando el incendio entre PSOE y UP parecía entrar en vías de extinción, llega la inefable ministra de Defensa, Margarita Robles, y se pone a echar leña al fuego. No hay forma de hacer una crónica política optimista.