Lo están cada día buena parte de esos más de 120.000 conductores atravesando ese embudo que borbotea la circulación procedente de las autovías de Alicante, Andalucía, Madrid y Cartagena a la altura del campus de universitario y que extiende su atranque por incorporaciones y salidas adyacentes.

Día sí y el siguiente también, lo que eran embotellamientos episódicos de horas punta han pasado a ser atascos casi permanentes durante las doce horas de mayor actividad en torno a una ciudad de Murcia convertida en aquella mitológica Frigia en cuyo escudo figuraba el nudo gordiano imposible de soltar. Lo mismo que ocurre ahora con el de Espinardo.

Si un osado Alejandro Magno consiguió de un golpe de espada deshacer aquel embrollo, los nada ‘diligentes’ dirigentes de esta Región y del país llevan décadas sin solventarlo.

 De sus proyectos quedan luego un titular con fotografía, un mapa topográfico surcado de trazos que amarillea en un cajón y unas consignaciones que vagan erráticamente de ejercicio en ejercicio presupuestario. Hasta el extremo de que cambia el nombre del ministerio y permanecen inmutables.

La clave para terminar con el rechinar de dientes y la declamación de blasfemias de miles de penitentes en lo que es una circunvalación urbana y no un cruce de autovías está en la construcción del Arco Norte: un vial que viniendo en tercer carril desde Crevillente, salve la ciudad por detrás de Nueva Condomina, dé conexión a la autovía de Albacete y continúe hasta empalmar con la autovía de Andalucía a la altura de la conexión del Noroeste en Alcantarilla, hacia Alhama.

Cójanse al volante porque de esa solución se lleva hablando desde comienzos del siglo Veintiuno por lo menos. Es más: algún político regional, seguramente embaucado desde Madrid, llegó a afirmar en 2008 que la cosa estaría hecha y en funcionamiento en 2012. 

En 2018 la obra, dividida en dos tramos (A-B), salió a exposición pública con una financiación de ‘peaje en sombra’. ¡Y tanto! porque se eclipsó del todo antes de salir de nuevo en marzo de 2021, aunque solo la cara B como en los discos, para repetir procedimiento. Ahora se dice que en 2022 habrá una partida de diez millones de euros de un proyecto que costará, solo la mitad, unos 200.

Un despropósito mientras en esta séptima ciudad de España, que ha de creérselo, se derrocha tiempo, carburante y emisiones contaminantes por una carencia secular de infraestructuras viarias y ferroviarias que nos tiene, eso: condenados.