Bajo el nombre de Yuka y la apariencia de una nutritiva e inofensiva zanahoria se esconde una perversa App que casi pone mi vida patas arriba con lo feliz y tranquila que vivía yo hasta que Lío tuvo la maldita idea de enseñarme cómo escanear fácil y gratis cualquier código de comida y cosmética para descifrar su composición y «tomar las decisiones más saludables», según los tres franceses que en 2017 inventaron esta herramienta con veinticinco millones de descargas, aseguran, aunque mucho me parece.

Primera víctima: mi súper champú fabricado en Australia con una milagrosa fórmula de extracto de semilla de cáñamo que proporciona una limpieza refrescante e intensa; cuando lo compré, eso me dijeron. Abro la aplicación, coloco mi móvil sobre el código de barras y llega el veredicto en un pestañeo: punto rojo, 0/100, malo; el methylchloroisothiazolinone y el methylisothiazolinone, dos conservantes a evitar por su potencial alérgeno, son los culpables de esta pésima puntuación que me deja en estado de shock después de saber que he maltratado mi pelo durante meses.

No crean que mi body milk tiene más suerte: punto rojo, 23/100, malo, por incluir en su composición paraffinum liquidum y cera microcristalina, potencialmente cancerígenos. Lo tiro a la basura y anoto el nombre de uno con melocotón que aparece en la pestaña ‘Alternativas’ porque esta aplicación además de calificar, recomienda. Menos mal que con mi desodorante consigo punto verde, 86/100 y la calificación de excelente aunque el 100/100 me llega con una mascarilla nutritiva para el cabello que compro en Mercadona por muy pocos euros.

«Pues ya verás cuando vayas al súper a por comida», me avisan. Y sí, qué infierno. Era de esperar que la mayonesa, el chocolate, el foie y el bacón no pasaran del punto rojo, pero el 0/100 para el paquete del carísimo jamón del bueno porque lleva no sé qué aditivos que hay que evitar, es alto en grasa, demasiado salado y bastante calórico me deja de piedra. Ya en casa investigo qué sistema sigue esta App para evaluar el millón de productos que almacena en su base de datos e intentar joderme mi dieta: en Yuka la calidad nutricional representa el 60% de la puntuación, los aditivos el 30% y la dimensión ecológica el 10%. Así dicho suena estupendamente, pero muchos ya la han calificado de quimiofóbica y alarmante para la población, además de criticarle que base sus calificaciones en el Nutriscore, también conocido como ‘semáforo nutricional’, una herramienta que aún necesita perfeccionarse, y que coloque a ciertas sustancias químicas etiquetas como ‘Riesgo alto’ cuando muchas de ellas están aprobadas por las autoridades sanitarias de cientos de países y han superado decenas de ensayos clínicos. También que dé por hecho que un producto ecológico sea necesariamente más saludable sin tener en cuenta de dónde viene.

A la ‘zanahoria’ le encantan las legumbres, el kéfir, algunos tomates fritos, el aceite de oliva virgen, el atún, las lentejas, los espárragos, los frutos secos, pero detesta el cerdo. Mal noviazgo nos auguro si se empeña en cascarle un 0/100 al lomo y al jamón ibérico. Por ahí no paso, lo siento, tampoco soporto que califique de mediocres unas sardinillas en aceite de oliva por las que puedo perder la cabeza.

Y cuidado con la pechuga de pavo, las barritas de cereales, las tortitas de maíz y el queso fresco; según Yuka no son tan sanos como parecen.