La prostitución no tiene que ser prohibida, tiene que ser abolida. Así lo creo y así lo defendemos. Esta creencia no significa en ningún caso que las mujeres que están dentro de esta industria y que, sin ninguna duda, son el pilar en el que se sustenta este negocio, no deban estar apoyadas y protegidas por las instituciones, al igual que, de ningún modo, tengan que ser perseguidas ni penalizadas por ello. Cuando nos declaramos abolicionistas estamos poniendo el foco en los proxenetas y en los puteros porque consideramos que lo que habría que perseguir es el proxenetismo, los pisos clandestinos y los espacios, públicos o privados, en los que se permite la prostitución; así como multar a los consumidores para así disuadir la demanda de estos servicios y, muy importante, ampliar los programas de educación afectivo sexual y de igualdad en los centros de enseñanza, porque solo educando podremos cambiar el futuro y dejar de ver como normal que haya lugares en los que se pueda pagar por el uso del cuerpo de otra persona y también publicidad permitida sobre ellos por todas nuestras calles.

Hasta no hace mucho tiempo a la entrada de La Manga del Mar Menor y también a la altura de una de sus ferias infantiles, la del Zoco de Levante, en plena Gran Vía, estaban instaladas dos enormes vallas publicitarias que anunciaban a un selecto club de alterne, lo que viene siendo un puticlub de toda la vida. En ellas se leía como reclamo una frase por la que en aquel momento ya dije que habría que haber multado, no solo a la empresa publicitada en cuestión, sino también a la de publicidad que la eligió: «Porque te lo mereces». Con ella dejaban claro que por ser hombre merecías un premio y podías usar el cuerpo de una mujer, la que eligieses, pero, claro estaba, pagándolo. De la misma manera, nos decía a nosotras que, como mujeres, debíamos seguir asumiéndolo. Tardaron años en retirar estas vallas, pero otras muy similares siguen acompañándonos por donde quiera que vamos para recordarnos que aún nos queda mucho camino por andar en tema de igualdad y que hay quienes pueden seguir pagando por usar nuestros cuerpos como quieran. Porque lo merecen y quieren que nos quede claro.

Cada vez que en un foro, el que sea, sale el tema de la prostitución, hay alguien que saca a relucir el hecho de que la abolición puede perjudicar a las mujeres que ejercen la prostitución de forma voluntaria. Hace muy pocas semanas me pasó a mí misma en una comida con amigos y mi respuesta fue plantear varias preguntas al aire para hacerles cuestionarse su propia respuesta: ¿Conocéis a alguna mujer que de niña haya soñado con dedicarse a la prostitución al hacerse mayor? ¿Con cobrar dinero porque hombres que no conoce y por los que no va a sentir nada, salvo asco o indiferencia, hagan con su cuerpo lo que quieran? ¿Con que su futuro no sea otro que vender por un módico precio su cuerpo y solo hasta que alguien quiera comprarlo? Se hizo el silencio y, aunque es cierto que yo tengo muy claras mis respuestas, después de replantearse estas preguntas, muchos de mis interlocutores dejaron de defender que la prostitución fuese voluntaria, porque comprendieron que la inmensa mayoría de las mujeres que la ejercen no lo hacen de esa manera y viven situaciones de pobreza y vulnerabilidad extremas que las llevan hasta ahí para poder sobrevivir. Sin olvidar el hecho de que muchas de ellas se ven obligadas a ejercerla porque las han engañado, están amenazadas y deben pagar una deuda.

No sería coherente que quienes luchamos en contra de cualquier tipo de violencia contra las mujeres defendiéramos regular la explotación sexual que es, sin ninguna duda, uno más de esos tipos de violencia directa contra nosotras y una forma de esclavitud que debería estar erradicada desde hace siglos. Además, ha quedado demostrado que en los países en los que la prostitución ha sido regulada, en vez de bajar las cifras, ha crecido la trata y con ella también la criminalidad y las mafias que envuelven este sórdido mundo.

El ayuntamiento de Albacete fue valiente hace unas semanas al señalar directamente a los puteros con una campaña en la que deja en evidencia a quienes consumen la prostitución y que son, por tanto, el principal sostén de un sistema por el que se sigue explotando a mujeres y niñas en todo el mundo. Habrá a quien le parezca una campaña extrema o incluso el que se ofenda, pero ya se sabe que quien se ofende al mismo tiempo se delata. A las cosas hay que llamarlas por su nombre y si nunca ha habido reparo en llamar putas a quienes ejercen la prostitución, incluso, hasta a las que no lo han hecho jamás, por qué lo habría que tener al señalar como puteros a quienes claramente se han ganado este calificativo con su consumo.

Los socialistas nos hemos comprometido a impulsar una ley integral para la abolición de la prostitución. Estoy feliz por ello. No es compatible una sociedad igualitaria con una en la que se siga consumiendo la prostitución. Reflexionemos sobre ello y comprometámonos a educar a nuestros menores para que jamás puedan pensar que merecen, por cuestión de su sexo, comprar o usar el cuerpo de una mujer a su antojo.