Comenzamos a acostumbrarnos a estar a la cola en todo. Y esto, a mi juicio, entraña un peligro mayor que el propio hecho de estarlo. Cada evaluación, cada dato o cada estadística posiciona a la Región de Murcia en un lugar peor, y lo grave es que hay quienes empiezan a verlo con normalidad, o incluso lo justifican.

Más de 26 años de desastrosa gestión del Partido Popular han convertido a nuestra Región en la vergüenza nacional. Tenemos los peores salarios, de las pensiones más bajas, las peores tasas de pobreza y exclusión social, una sanidad maltratada y unos servicios sociales con inmensas carencias. Es el pez que se muerde la cola. Cuando no hay nadie al mando, el barco tiende a naufragar. Y es que, en la raíz de todo esto está nuestro sistema educativo. Hay un trabajo tan irregular de la Administración que es imposible que el resto de cosas funcionen.

La educación debe generar igualdad de oportunidades, favorecer la equidad y servir de ascensor social. Un buen sistema educativo público favorece el progreso económico y social, genera condiciones para mejorar la productividad, es una inversión de futuro. Pero un sistema educativo deficitario consolida los problemas y cercena a la sociedad toda posibilidad de prosperar.

Por desgracia, nuestra educación pública tiene tantas deficiencias que, de no solventarlas ya, será un escollo más que un salvavidas para quienes tienen el encargo de liderar el futuro.

Dejar la gestión educativa en manos de políticos incompetentes tiene consecuencias y, en este caso, empiezan a ser más que evidentes. La Región de Murcia es de las comunidades con más colegios e institutos gueto, con las mayores tasas de fracaso y abandono escolar temprano, con el mayor número de alumnos que repiten curso, con las peores tasas de escolarización en la etapa de 0-3 años, de las que presenta peores resultados de calidad en las evaluaciones de organismos estatales e internacionales y de las que menos invierten en la educación pública. El Gobierno de la Región de Murcia es, en términos generales, el que peor gestiona este servicio esencial y el que menos valor da a la educación como herramienta de progreso. 

Esto debería ser motivo suficiente para sancionar a quienes lo han provocado y revolucionar al conjunto de la ciudadanía. La falta de escrúpulos y de responsabilidad de quienes toman las decisiones está condicionando el futuro de nuestras jóvenes generaciones y el crecimiento económico de la Región. 

Lo vimos con toda crudeza el pasado curso, cuando no dudaron ni un instante en privar a nuestros estudiantes de su derecho a asistir cada día a clase. López Miras decidió dejar fuera de las aulas, a diario, a miles de alumnos pese a haber recibido fondos del Gobierno de España para evitarlo. Y, sorprendentemente, esta Región no tembló ante tal esperpento. Lo estamos viendo también este curso en el que, a diferencia del resto de comunidades, no han vuelto a contratarse docentes de refuerzo y no se han reducido las ratios para garantizar la seguridad de nuestra comunidad escolar y el refuerzo educativo de quienes sufrieron con más crudeza la semipresencialidad. Todo esto, pese a estar recibiendo una cantidad enorme de millones del Estado para adaptar nuestros servicios públicos a la pandemia. Sinceramente, muchas veces me pregunto qué más tiene que pasar para que despertemos de este largo letargo. 

No podemos acostumbrarnos a la mediocridad. No debemos permitir que a nuestros hijos e hijas les cercenen las oportunidades que la escuela debe darles. Es de justicia que, tal como han hecho ya representantes de las familias, docentes, equipos directivos y alumnado, la sociedad en su conjunto se plante e impida que esta sinrazón siga dándose en nuestra tierra.

Estamos a tiempo de cambiar esta lamentable realidad. Para ello, debe reducirse urgentemente el número de alumnos en las aulas para mejorar la calidad de la educación. Deben contratarse más docentes para fortalecer nuestro sistema. Debe invertirse en nuestras desfasadas infraestructuras educativas y debemos avanzar en la búsqueda de una escuela más moderna, plural y digitalizada, adaptada a la sociedad del presente y del futuro

Y esto solo puede conseguirse si apartamos de nuestro sistema público educativo las manos de quienes llevan años cargándoselo. No hay otra opción.

Para ello, debemos remar juntos y debemos hacerlo ya. Hagámoslo.