Hace tan solo unos pocos días se ‘celebraba el Día de los Cuidados Paliativos. Resulta llamativo que justamente en el año en que se ha aprobado la Ley Orgánica de Eutanasia (también conocida como LORE) la atención sobre los cuidados paliativos, sus profesionales, sus retos o sus problemas no se hayan visibilizado mucho más que lo habitual. Es muy posible que ello se haya debido a muchas causas, no solo a la eutanasia.

Esto nos lleva a reflexionar acerca de la polarización artifical que se ha venido perpetrando durante los últimos años por varios sectores políticos e ideológicos de nuestro país, aunque esta cuestión no es exclusiva de España.

Por un lado, uno de los polos lo ha establecido un verdadero lobby caracterizado por un liberalismo radical, el cual promovió y logró que el Gobierno de España aprobara en marzo de este mismo año la Ley Orgánica 3/2021 Reguladora de la Eutanasia; sin debate social previo, sin consultar a las sociedades científicas ni a los colegios profesionales, tampoco al Comité de Bioética de España. Sus defensores, pertenecientes la inmensa mayoría a una ideología y posicionamiento político concreto asocian progreso social con autonomía y libertad individual.

Por otro lado, sectores políticos e ideológicos conservadores se han encargado de establecer el otro polo, contra la ley de la eutanasia, donde se ha ubicado a los cuidados paliativos, sin pedirles permiso y de manera muy interesada, con el único fin de usarlos como un arma arrojadiza contra las corrientes políticas defensoras de la eutanasia. Pero sin mucho ánimo, por no decir ninguno, por potenciar y promover realmente una verdadera estrategia paliativa estructural, anidada en el sistema nacional de salud, destinada a lograr el alivio del dolor y del sufrimiento de los enfermos.

Como consecuencia de todo lo anterior la sociedad empieza a creer erróneamente que los enemigos de la eutanasia son los cuidados paliativos, ya que la propia Ley 3/2021 los identifica como una ‘alternativa’ a la eutanasia. La cuestión es que paliar el sufrimiento, el dolor, y la sensación de soledad derivada de una pérdida inminente, entre otras muchas, no es cosa de derechas o izquierdas, ni de conservadores o progresistas, ni de creyentes (no solo los católicos, por cierto) o de ateos. La verdadera y trascendental premisa es que paliar, acompañar de manera empática al que sufre en su proceso de final de vida, es la más noble expresión de humanización de la medicina, de la enfermería, del trabajo social, del asesor espiritual o del psicólogo, entre otros muchos profesionales. Y no solo una expresión cualquiera; probablemente la más importante. Nos debería preocupar, y mucho, que pasados más de cincuenta años desde que Cecily Saunders creara el concepto ‘dolor total’ y detectara la necesidad de procurar cuidados especiales a las personas que sufren, que se denominaron paliativos, todavía no nos hayamos percatado que esto se debió a que los profesionales más arriba referidos empezaron a desahuciar a los enfermos que no podían ser curados con los medios tecnológicos que se disponían entonces.

Los cuidados paliativos no son una opción, ni una alternativa. Deberían ser, porque no lo son, una forma de ser y estar de todos los profesionales con todos los enfermos. Debería ser una expresión deontológica y profesional totalmente transversal, presente en todos los servicios de salud, provista por todas las disciplinas sanitarias. La disciplina de cuidados paliativos nació así para suplir los defectos del sistema de provisión de atención a las personas en su proceso de enfermedad.

La inversión de un Gobierno, ya sea nacional o regional, en procurar cuidados paliativos a los ciudadanos que los necesiten, es la manifestación del verdadero interés que tiene dicho organismo en hacer un bien a la sociedad. Se entiende que en otras Comunidades autónomas distintas a la murciana ya existan entidades privadas (fundaciones y órdenes hospitalarias) que prestan servicios y poseen centros de cuidados paliativos concertados con la Administración pública, aumentando así el número total de enfermos atendidos. Somos conocedores de que en la Región de Murcia hay proyectos muy interesantes en esta misma línea que todavía no han conseguido el aprecio y la consideración de la Administración pública, tan acomplejada por el qué dirán sus votantes (que lo agradecerían como agradecieron la privatización de la diálisis para enfermos renales).

Tampoco hay una ley regional de atención digna en el proceso final de vida de los enfermos, tan necesaria. Seamos serios, por favor. Si no pueden procurar unos cuidados paliativos por sus propios medios dejen que otros lo hagan.

Recuerden, queridos lectores, los cuidados paliativos no son una alternativa a la ley de eutanasia. Es un derecho al que todos los ciudadanos en situación de final de vida deberíamos poder acogernos. No es esta una cuestión política, sino una necesidad de humanización del sistema sanitario, y de cualquier Gobierno