Hay muchos seres humanos en España que muestran su rechazo a los inmigrantes, sobre todo a los africanos, sean del norte, argelinos, marroquíes, tunecinos…, o del centro o del sur, es decir, los más negros de piel. A los americanos hubo unos años en los que estos antinmigración los soportaban mejor. Solo hace falta recordar la gran cantidad de mujeres y hombres de Ecuador que se asentaron aquí, en nuestra Región, muchos de ellos montando pequeños negocios, incluso comprándose casas con los créditos que les concedían los bancos. La crisis económica hizo que un gran número de estas personas abandonaran Murcia y volvieran a sus países de origen. Actualmente, 211.000 extranjeros viven en nuestra Región, muchos de ellos inmigrantes pobres, y la pregunta que planteo aquí hoy es cuántos de estos ciudadanos españoles, fundamentalmente los murcianos, que están en contra de la presencia de ellos en nuestras ciudades, conocen o han tratado a estos seres humanos que llegaron a España como pudieron, muchos de ellos jugándose la vida.

El tema de tener o haber tenido algún trato personal me parece absolutamente fundamental para emitir un juicio sobre cada uno de un modo personalizado y no hablando siempre generalizando con lo de ‘los inmigrantes esto…’ o ‘los inmigrantes lo otro’. Cada uno de los que abandonaron su país y su familia para venir a España en busca de una vida mejor es un ser humano diferente, y estoy seguro de que entre ellos habrá gente buena a mantas y también algún canalla, es decir, lo mismo que sucede con nosotros, los que vivimos aquí. Leí una vez que el porcentaje de canallas en España no aumentaba con la inmigración, sino que incluso bajaba. Es decir, si nuestro porcentaje es, por ejemplo, del 5% de canallas y entran 200.000 personas nuevas en la Región y el suyo es del 3%, el porcentaje total de mala gente baja.

Pero volvamos al tema del trato personal con al menos algunos de ellos como premisa fundamental para crearse una opinión. Hay gente de aquí que solo la idea de verlos cerca, de que vivan en el mismo barrio que ellos, en la misma escalera, ya les parece una cosa rechazable. Eso, como todo el mundo sabe, se llama ‘aporofobia’ y es algo contra lo que luchan a diario los que se dedican a ayudar precisamente a estas personas. Incluso ha habido quienes han rechazado que hagan una cola en un comedor benéfico cerca de sus casas en el centro de la ciudad.

Sin embargo, los que se comportan así no se pueden imaginar lo enriquecedor que puede ser el trato con muchos de ellos. Tenía yo un amigo senegalés, tristemente fallecido, licenciado en Matemáticas, que consiguió ser profesor de instituto. Era más negro que mi corazón, pero un ser humano de una ternura y de una sabiduría realmente notable. Estaba casado con una murciana y tenía tres hijos. Tuve charlas con él realmente notables. Tengo de vecinos a una familia marroquí, padres de cuatro hijos, él trabaja en una empresa del Campo de Cartagena desde hace 12 años, sus hijos van al colegio y son buenos estudiantes y su mujer también hace pequeños trabajos para sumar en la economía de la casa. A veces me regalan el pan que hacen ellos. Gente buena, siempre dispuesta a ayudar en lo que sea.

Desde hace tiempo trato con personas de Bolivia, que es una nacionalidad que ha aumentado mucho sus cifras entre los inmigrantes en España. Cuando comienzan a hablar de su país los escucho con placer. De las vidas de cada uno de ellos podría hacerse un documental de esos que dan en La 2, por la tarde, a la hora de la siesta. Por cierto, el hijo de una de estas familias bolivianas que viven en Murcia ya bastantes años ha hecho Derecho y está preparando oposiciones a judicatura. Ojalá las saque. Yo le di clase en el instituto a dos chavales chicos. Eran listísimos.

Obviamente, cada uno puede pensar lo que quiera, pero puede decir y digo que conocerlos enriquece. También a veces conmueve, y otras cabrea un poco porque aceptar ciertas costumbres de ellos cuesta. Como a ellos algunas de las nuestras. Supongo.