El pasado 13 de octubre se celebró el Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres, una fecha señalada para poner el foco de atención sobre los avances para minimizar los efectos de los desastres en todos los países del mundo, con especial atención en los más desfavorecidos.

Los movimientos vibratorios de la corteza terrestre o los fenómenos meteorológicos adversos son cada vez más graves e imprevisibles como consecuencia de las alteraciones climáticas de etiología humana, y ponen en riesgo la vida de las personas y sus bienes, con especial incidencia en los más desprotegidos.

La exposición a desastres es global y equitativa, pero sus efectos, en cuanto a mortandad y pérdidas económicas, afectan de forma desproporcionada a los países con menos recursos.

Las últimas inundaciones que sufrió Alemania en el pasado mes de julio tuvieron efectos devastadores, dejando 169 fallecidos y cuantiosas pérdidas. Muchos analistas echaron en falta una mayor previsión, anticipación. Muchos ciudadanos se vieron sorprendidos por la virulencia de las lluvias y las consiguientes inundaciones. La canciller alemana, Angela Merkel, afirmó: «Tenemos que darnos prisa. Debemos ser más rápidos en la lucha contra la crisis climática», «tenemos que ser más ambiciosos», «lo ocurrido no era ni imaginable».

Las pérdidas personales son irreparables pero las económicas, en el país germano, pronto tuvieron solución: un fondo de cuatrocientos millones de euros ha sido el inicio para la reconstrucción, una oportunidad que no tienen otros países del mundo.

El terremoto de Haití, en el que perecieron 2.248 personas, mantiene hoy día miles de desplazados, población sin agua potable, sin viviendas, y no hay atisbo de reconstrucción, que depende en gran medida de la cooperación internacional.

Los terremotos tienen consecuencias graves, y las inundaciones son progresivamente más recurrentes y peligrosas, pero el fenómeno meteorológico que más muertes causa en Europa es el calor extremo, 148.109 fallecidos en los últimos cincuenta años.

A nivel mundial, el calor y el agua también son factores determinantes. Las sequías han causado 650.000 muertos (buena parte de ellos en África) y las tormentas 577.000 finados (en Asia principalmente) en el periodo 1970-2019, según los datos que proporciona la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Es obvio que la lucha contra el cambio climático es una necesidad perentoria para la preservación de nuestro medio natural y para nuestra propia supervivencia, y mientras se avanza en este camino no podemos dejar de adaptarnos al mismo, invirtiendo en previsión y respuesta.

Los sistemas de alerta temprana ayudan a la población y a las Administraciones públicas competentes, a prepararse ante un fenómeno meteorológico adverso, salvan vidas y disminuyen las pérdidas económicas.

La Región de Murcia participa activamente en el desarrollo del sistema de alerta temprana del sur de Europa denominado ClimAlert, una plataforma en la que trabajan diversas instituciones de España, Francia y Portugal, y en la que colaboran otros organismos a nivel europeo como el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea Copernicus. Esto nos va a permitir disponer de los últimos datos hidrometeorológicos y la mejor tecnología en Sistemas de Información Geográfica para compartirla entre organismos y que se pueda poner a disposición de los ciudadanos.

Será una herramienta de integración de datos que nos permitirá tomar decisiones y adoptar medidas antes, durante y después de una emergencia y fundamentalmente, anticipar la alerta. También resulta de capital importancia invertir en cooperación internacional para el desarrollo, trasladar los avances logrados a los países en vías de desarrollo.

Los desastres generan más pobreza, prevenir los mismos o reducir sus efectos repercute directamente de forma positiva en la lucha contra la pobreza. Teniendo en cuenta datos globales, la probabilidad de que una mujer o un niño fallezcan como consecuencia de un desastre es catorce veces mayor que la de un hombre. Las personas con discapacidad y las personas mayores son grupos sociales también duramente castigados por este tipo de eventos.

Los planes estratégicos de prevención y reacción nacionales, regionales y locales, deben tener en cuenta estas circunstancias para dar una respuesta más adecuada. El denominado Marco de Sendai, auspiciado por la ONU y aprobado en esta ciudad japonesa en 2015, recoge todas estas medidas e insta a todas las naciones a implementarlas progresivamente antes de 2030, estableciendo objetivos ambiciosos en cuanto a la disminución de fallecimientos o de pérdidas económicas. Otra labor importante es la sensibilización, la concienciación social sobre el problema y la necesidad de adoptar medidas drásticas para minimizarlo.

De ello depende nuestro mundo, de ello depende nuestra vida, de ello depende nuestro futuro.