La condescendencia que gastan los buenos para con quien no siempre lo merece, denota el tipo de persona que uno es, o la educación, aunque lo parezca, no siempre correcta que ese uno ha mamado. Y eso no es bueno, no lo es. A un mal educado, déspota, abusón y absolutista hay que pararle los pies, hermana. Deberíamos dejarle claro que no está bonito eso de hablar con la cabeza vacía y, peor aún, olvidando las nociones de discreción y decoro con las que afortunadamente algunos contamos.

Y es que es extremadamente agotador saber que, cuando das media vuelta, una lluvia de obscenidades pueda caer sobre ti. Estoy convencida de que, quien lo hace no siempre es consciente de que esas palabras cargadas de malas intenciones se procesan en la misma centrifugadora del dolor. Luego, ya depende de una (de nuevo) entender y justificar al o a la bocazas que te puso a caldo porque, ‘pobrecita’, se sentía amenazada por tus cualidades.

Toca perdonar al que te señala y ataca tus debilidades porque piensa que no está recibiendo un trato especial y merecido. Y, claro, jamás olvidar que debemos estar al servicio del egocéntrico, ya que debe ser horrible sentir que están perdiendo el control y necesitan clavar la suela de su zapato sobre ti para empequeñecerte.

Se me ocurre que igual debíamos pedirles perdón por saber vivir en paz con uno mismo, siendo capaces hasta de contemplar el beneficio que nos pueda aportar un fracaso inesperado, sin tener que pedir constante permiso para trabajar pequeños detalles que defienden la belleza.

Tal vez los censuradores de fachada cartón piedra nos deberían conceder la venía para seguir arriesgando y que a ellos les plazca. ¡Cuánta necesidad de bailar me tienen! Poca música han escuchado. Poca y mala. Porque si los que sentencian actitudes y se toman la absoluta libertad de comentar atropelladamente ante quien pueda conocerte o no, hubiesen bailado esta mañana Troubles a Comin, de The Rolling Stones, otro gallo cantaría como precio a su sentencia.

Quedamos exentas y libres de pecado las que no necesitamos que ningún mentecato nos autorice la alegría o estime concedernos su conformidad o equiescencia para perdonarnos la vida a los que tratamos de disfrutarla.

Canción que escucho mientras escribo:

Troubles a Comin, de The Rolling Stones