Ahora, cuando los elogios vuelan hacia Angela Merkel, es la hora del paciente y discreto presidente de Alemania, el socialista Steinmeier, el hombre más prestigioso del partido y posiblemente el más sólido político alemán del momento. En realidad, es la hora de los presidentes. Recordad Italia, donde Sergio Matarella ha sabido navegar por la etapa más difícil de la República evitando el escenario más peligroso, que Salvini se hiciera con el poder y diera alas a la extrema derecha de toda Europa.

Es curioso ver cómo estos presidentes, elegidos por parlamentos ampliados, saben ganarse el respeto de los ciudadanos a pesar de su debilidad política de base, y cómo han logrado dotarse de una autoridad que es mucho más amplia que su poder. En la hora actual, cuando la política responsable se realiza sobre la base de la estabilidad estructural de las instituciones, estos políticos discretos, serenos, que no están entregados a la lógica del twitter, sirven a sus países con una eficacia que no podrían tener los presidentes plebiscitarios, necesariamente entregados a una demagogia que no conoce límites en las actuales condiciones de la política. Por supuesto, esa eficacia es mucho mayor que la de las monarquías, neutralizadas en la lucha por su propia supervivencia, lo que erosiona la posibilidad de que ofrezcan su beneficio posible, el de ofrecer una base simbólica de la unidad de pueblo.

Por eso, en una situación tan frágil como la presente, cuando los cambios que emergen por doquier obligan a replantearse multitud de cuestiones, estos presidentes parlamentarios se convierten en los lugares de la política real. Aquí es posible que hayamos equivocado el rol de Merkel, no tanto porque hayamos tendido a darle demasiada importancia a su indiscutible hegemonía, sino porque no la hayamos percibido en su auténtica dimensión, como parte de un equipo que ha delineado un programa estratégico que constituye la razón de Estado alemana en el presente. Y apenas tenemos dudas de que Steinmeier es parte de ese grupo que define la política de largo plazo de la República Federal.

Por eso, la crítica que se ha hecho a Merkel (que carecía de estrategia de largo plazo) es solo relativamente justa. Desde luego, Merkel era única para salvar situaciones complejas de crisis, por su sinceridad (no siempre coincidente con la percepción más popular), su aplomo, su distanciamiento de la ideología como determinante de la acción, y por la confianza que inspiraba de que tomaría la medida que conviniera a la generalidad del país. Pero la ganancia de tiempo que lograba Merkel es importantísima para un país y un continente que, consciente del carácter provisional del mundo actual, sabe que lo necesita para avanzar hacia ajustes que todavía no tienen identificado su sentido último.

Steinmeier, no hay que olvidarlo, tiene un curioso perfil. Es capaz de escribir una tesis doctoral en los años finales de la década de los 80 sobre «Tradición y perspectivas de la intervención estatal para prevenir y eliminar la falta de vivienda» y, al mismo tiempo, mantener una paciente militancia en el SPD desde su juventud. Colaborador íntimo de Schröder desde los tiempos del Gobierno en la Baja Sajonia, arquitecto de su línea de reformas como Jefe de la Cancillería, un cargo de extrema importancia en la tradición alemana, una especie de ministro de la presidencia que además coordina los servicios de inteligencia, pasó a ser ministro de Asuntos Exteriores de la primera coalición en 2005, en sustitución del inolvidable Joschka Fischer, cargo que renovó en 2016. Su candidatura a la presidencia de Alemania fue saludada por Die Zeit sencillamente con este titular: «El candidato adecuado». Esta frase era una cita de Merkel, que había dicho que Steimeier era el hombre en el que se podía confiar. «Es el candidato adecuado que precisa el tiempo actual», sentenció ella. La declaración de aceptación también incluía esta frase: «Hemos mostrado que de la guerra puede surgir la paz, y de la división la reconciliación. A favor de esto estamos los alemanes».

«Dafür stehen wir Deutschen». Steinmeier gusta de usar frases parecidas, directas, claras, que marcan una orientación precisa. Su libro de 2009 se tituló «Mein Deutschland - wofür ich stehe», algo así como «Mi Alemania: lo que defiendo». Viendo el gran peligro del Brexit, escribió un libro en el que mostraba que el legado de Churchill era entender que Europa era la solución, algo que ya anunciaba la percepción de que el orden posterior a la II Guerra Mundial quedaba atrás y daba paso a nuevas aspiraciones geoestratégicas que ahora comenzamos a identificar.

Esta carrera rigurosa (que no dudó en clausurar por una operación para donar un riñón a su esposa) le confirió la autoridad para sugerir al SPD que repitiera la gran coalición en septiembre de 2017 bajo la presidencia de Merkel, a pesar de haber obtenido los peores resultados de la historia desde 1949. Este punto es interesante y es el que se hará valer ahora. Pues en aquella ocasión, las conversaciones entre la CDU, los Verdes y los Liberales fracasaron justo porque el líder liberal Christian Lindner, que había logrado que los liberales volvieran al Bundestag, dio la espantada y se negó a llegar a acuerdos con los Verdes sobre migración, cambio climático e impuestos.

Eso es lo que Steinmeier recordará en esta situación. De la misma manera que logró que el SPD cediera y apoyara a Merkel en su cuarto mandato, ahora tendrá autoridad para sugerir a la CDU que debe permitir que el SPD pueda formar Gobierno en tanto lista más votada y ensaye una coalición con Verdes y Liberales.

Primero, porque las dos fuerzas han subido en 2021 respecto de 2017, lo que significa que el electorado tiene una expectativa de que entren en el Gobierno. Segundo, porque el sistema debe dar un respiro a la CDU para reorganizarse después de la era Merkel. Tercero, porque una repetición electoral a la española daría una nueva oportunidad a Alternativa para Alemania, que ha fortalecido la posición abiertamente neonazi bajo el liderazgo de Tino Chrapulla, el hombre de Banon en Alemania.

Esa clave es fundamental, porque hace de Alternativa para Alemania un partido específicamente anclado en Sajonia, Brandenburgo, Pomerania y Turingia, los territorios centrales de la vieja DDR. Esa condición territorial hace más fácil que la CDU y la CSU bávara no imiten el juego del PP español de romper el cinturón sanitario de los hombres de Banon en España. La lógica del Estado alemán sufriría una perturbación radical si ese cinturón se quebrara, y aquí el papel de Steinmeier debe ser fundamental.

Si hay lógica del Estado alemán, las cosas deberán ir por ese camino.