Hace 450 años, un 7 de octubre, las aguas del Mediterráneo se tiñeron de rojo por una histórica batalla en la que el soldado Miguel de Cervantes perdió un brazo. Entonces la lengua española ganó a su escritor más grande y eterno. Con su brazo útil escribió en el prólogo de las Novelas Ejemplares que aquella fue «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros». Mira por dónde, ayer, otro 7 de octubre, tuvo lugar otra gran ocasión para la historia: la multitudinaria manifestación en Murcia de SOS Mar Menor, gran batalla de esta guerra por la supervivencia que arrastramos los ciudadanos de este planeta y, en este caso, los de esta Región, muy abajo de Europa.

Las novelas y, sobre todo la de su Ingenioso Hidalgo, decoran nuestras estanterías, pero más nos convendría leerlas, no sólo porque es un genio de la literatura universal y nosotros somos «españoles y muy españoles», sino porque leyéndolo aprenderíamos mucho más que estando enganchados a las pantallas de evasión y a las redes sociales. Aprenderíamos también a no dejarnos engañar por esas pretendidas citas cervantinas como la que ahora corre por doquier y hasta los maestros comparten: «Querido Sancho: Compruebo con gran pesar como los palacios son ocupados por los gañanes y las chozas por los sabios. Nunca fui defensor de los reyes, pero peores son los que engañan al pueblo con trucos y aranas, prometiendo lo que saben que nunca les darán. País este, amado Sancho, que destrona reyes y corona piratas, pensando que el oro del rey será repartido entre el pueblo llano, sin saber que los piratas solo lo reparten entre piratas...», que con un estilo pretendidamente cervantino y en apariencia bondadoso, es toda una carga de profundidad, con mala leche, contra quienes critican los excesos de la monarquía o reivindican cambios sociales.

Realmente a Cervantes, que fue un hombre de su época, no lo podemos etiquetar con las medidas actuales, pero no hay que leer demasiado entre líneas para ver en sus obras una no disimulada predilección por los humildes, los perseguidos, los sencillos y los idealistas. Baste recordar su compasión ante la expulsión de aquel morisco de nombre Ricote, o sus personajes de mujeres fuertes, independientes, inteligentes (y que sabían leer), como Preciosa, la Gitanilla de Murcia, o la propia Marcela, todo un alegato feminista en El Quijote. Pero claro, se puede citar a Cervantes sin haberlo leído, igual que se puede ser cristiano sin haber leído los evangelios ¿o no?

No están de más los grandes ‘eventos’ culturales tan publicitados en nuestros días, las grandes ocasiones repletas de actos, presentaciones de libros, ferias, conferencias y difusión mediática de la escritura y los escritores. Es verdad que hay que apoyar al sector y que toda ayuda es poca en estos tiempos en los que, en mi pueblo, sin ir más lejos, ya no queda ninguna de las dos librerías que antes había, pero hay que leer más, no nos basta con la cultura de los eventos, con las fotos de los políticos, ni con los selfies de los diletantes. La Región de Murcia sigue estando en los peores puestos en cuanto al fracaso escolar o la lectura, y no digamos nada en cuanto a la lectura comprensiva. Podría poner mil anécdotas ilustrativas, pero os voy a contar dos:

Años atrás, haciendo un reportaje fotográfico de boda, al ir a la casa ‘recién puesta’ de los novios, observé que en una estantería sobre la televisión tenían una Enciclopedia Salvat y un Quijote, ambas obras de reciente adquisición a uno de aquellos vendedores que iban de casa en casa. Mi sorpresa fue que los libros estaban aún liados en un plástico protector que si no se quitaba imposibilitaba totalmente su lectura. En broma pregunté y la pareja me dijo que así se conservaban mejor y que ya los desprecintarían cuando los fuesen a leer. Mi reportaje gustó y gané unos clientes que once años después me llamaron para hacerle unas fotos a su hija que tomaba la comunión. Querían unas fotos en casa, con la familia, antes de ir a la iglesia. Pues sí, lo habéis adivinado: ahora la televisión era más grande y plana, pero todavía tenían la enciclopedia y el Quijote sin desliar, ni siquiera habían tenido la curiosidad de hacerlo para ver las fotos y las ilustraciones. No os vayáis a pensar que esta pareja son una pobre gente, sino unos empresarios de éxito del Campo de Cartagena.

Hace unas semanas, LA OPINIÓN publicó un genial artículo de Miguel Hernández Valverde titulado Cartagena 2031, Ciudad Europea de la Cultura, dando por hecho una serie de maravillas «por fin conseguidas», como la salvación del Mar Menor, el arreglo del Rossell, la catedral, los molinos de viento y todo el patrimonio… La ironía era evidente a la legua. Pues ahí tenéis a reconocidas personas de nuestra Región, que escriben libros, tienen blogs u organizan actos culturales y artísticos que, con verdadero entusiasmo e indisimulada alegría, empezaron a inundar las redes de ‘me gusta’ y ‘me encanta’, mientras añadían cosas como «Cartagena se lo merecía, ya era hora”.

No, la gente no lee. Vivimos en el mundo de la cultura del postureo y en el confinamiento todo el mundo se fotografió frente a su biblioteca, no frente a su tele. Gusta mucho eso de hacerse un selfie en una presentación literaria, en la feria o el sofá con un libro sobre las rodillas, pero leer, leer, si acaso los titulares, y ya nos hacemos una idea. Netflix está muy bien, lo reconozco, pero si leyéramos más no nos pasaría lo que nos pasa.

Unos amigos del norte peninsular me preguntan cómo es posible que tras estas manifestaciones que son un clamor, luego volvamos a votar lo mismo de siempre, manteniendo en su puesto eterno a los que llevan treinta años sin hacer nada por nuestro patrimonio cultural o natural, echando la culpa a los otros y mirando a otro lado para que sus amigos hagan el negocio en este vagón de cola regional. Aquí es que leemos poco, les digo.

En fin, puede que yo sea de un mundo que desaparece, tal vez leer estuvo sobrevalorado. Ahí tenemos a Casado, que recurre leyes que no ha leído porque aún no se han escrito. Y ahora preparémonos que vienen nuevas cadenas de televisión y nuevos periódicos de ideología más conservadora, imagino que con un resplandeciente brillo cegador. Y en estas, LA OPINIÓN saca mañana El Meteorito una revista de libros como caída del cielo: Ojalá nos arrase.