Nadie nos regala vidas, el vestido que te asignan cuando ves la primera luz es el que toca cuidar, proteger, alimentar, apalear, olvidar si la cosa se tuerce y volver a enderezar si el desgaste va muy rápido. El tiempo es eso, un deterioro sin retroceso por más que lo maquilles, y no hablo con pesimismo. La suela de tus botas puede consumirse por pisar cristales rotos o por danzar sin medida en la mejor pista de baile.

Para algunos llegar a los 40 es un logro del que sentirse orgulloso; sobrepasarlos sin pensar que has recorrido la mitad del camino, una proeza. Cumplimos años, y puedes hacer el balance que te propone la revista de turno (sueños por cumplir, viajes por hacer...) o el de la realidad mirada a cara de perro: la valentía que le has echado a la vida, el atrevimiento para romper con una o veinte relaciones cuando asoma el fracaso, desprenderse de miedos y consejos haciendo a los demás, el menor daño posible, a poder ser.

Dejar a un lado el «ahora no es el momento» porque el momento puede que no sea nunca, dejar de ser así el hábil artífice con la capacidad de cortarse las alas a sí mismo. ¡Vivir, vivir! sabiendo que todos los días no son de un color agradecido para avanzar. Si es muy gris toca escuchar Carry On de Crosby Stills Nash and Young. «El amor nos llega a todos»... Cuando se disipan las dudas, cuando el viaje invita a disfrutarlo y no a llegar cuanto antes.

Con mi cumpleaños y el de cualquiera a la vuelta de la esquina, toca reflexionar. Sonreírle a lo bueno que has tenido y pegarle un corte de manga a lo peor, pero que nadie te lo cuente, toca ver lo que nos salva. En mi caso, tener un trabajo vocacional aunque durísimo recompensado con el cariño de los pacientes más que por una nómina. Me salva la convivencia con Bruno, un hijo nacido por consenso y fruto del amor, con el que juego, río, comparto y lloro emociones de madre que es una pasada. Y me salva, créanme, ser la más moderna del AMPA, y pilotar la cabina de La Yesería, ese lugar de culto donde, si las normas impuestas lo permiten, están invitados, queridos amigos, a una Estrella de Levante que se te saltan las lágrimas. Salud.