En mis años como alumno de primaria, una conocida editorial de libros de texto sacó una serie de cuadernillos de repaso para el verano titulados Enigmas, en los que se utilizaba una serie de misterios y juegos detectivescos para animar a los jóvenes a repasar los contenidos del curso anterior.

Este verano, la dirección general de Movilidad y Transporte me retrotrajo a aquellos años, con un Anteproyecto del Transporte Público que parecía más destinado a que nos preguntásemos si había truco al final, que a poner orden en las concesiones del transporte público de los próximos diez años.

En lo que respecta a Alcantarilla, una ciudad de 42.000 habitantes y que depende de las comunicaciones interurbanas por carretera en su totalidad, lo más comentado y criticado respecto del citado Anteproyecto han sido los recortes de líneas y frecuencias, especialmente hacia Murcia, que pasarían de 97 de ida y vuelta en días laborables en la actualidad, a 43 expediciones (un 55,6 % menos).

Pero ese no es el dato más sangrante, sino la absoluta desvertebración del territorio que se busca imponer, aislando en el mapa de concesiones a casi la mitad del municipio, al eliminar las paradas de la calle Mayor a su paso por el barrio de Campoamor y toda la zona oriental del municipio. Asimismo, desaparecerían las comunicaciones con la carretera de Alcantarilla, eliminando también esas paradas y, lo que es más grave, se acabaría la conexión del municipio con el barrio del Carmen y su estación de tren, pretendiendo que los autobuses de Alcantarilla llevasen a los viajeros por un tramo de la A-30 entre El Rollo y Ronda Norte.

No solo se trata de un atentado a la conexión geográfica, histórica, social y económica del municipio con sus áreas de proximidad, sino que se daría lugar a un problema de seguridad vial, con el paso continuo de viajeros de pie, en vehículos comúnmente sobrecargados de pasajeros, por una autovía. Estos y otros aspectos cuanto menos cuestionables, como el abandono del Polígono Industrial Oeste en las nuevas rutas propuestas por la Dirección General, o el mantenimiento de los raquíticos horarios de conexión con las universidades, se suman a una nula previsión de bonificaciones y a un abaratamiento del billete que ni está ni se le espera. Como diría Larra, «vuelva usted mañana».

Como se puede leer, todos estos son datos técnicos, el frío dato, que diría un antiguo profesor mío; y propuestas, que no deberían ser susceptibles de ser convertidas en soflama política, sino que deberían ser corregidas en aras de la mejora de un servicio público que es y debe ser fundamental. Por todo ello, el pasado 8 de septiembre, cuando se cumplía un mes de la información pública del Anteproyecto, desde el Grupo Municipal Socialista del ayuntamiento de Alcantarilla presentamos una batería de 22 alegaciones a la dirección general de Movilidad, para subsanar los aspectos más dañinos de este Anteproyecto.

La solución que esperamos algunos para que se resuelva todo este embrollo sería la constitución de un área metropolitana del transporte público en torno a la capital, Murcia, con una participación proporcional de los Ayuntamientos afectados en su financiación, pero sobre todo con el apoyo económico y la labor rectora del Gobierno de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia (como ocurre en tantas otras áreas similares de España). Sería la forma de evitar duplicidades, optimizar trabajo y recursos y abaratar los costes de instituciones y usuarios.

Para terminar, esta semana he asistido sorprendido a la defensa encendida del consejero de Fomento del tren de cercanías de la Región, denunciando lo que él denomina una ‘isla ferroviaria’, mientras que, a sus órdenes se perpetraba la condena de los ciudadanos de Alcantarilla a ser náufragos del transporte público en su propio municipio. La defensa del tren, del autobús, del tranvía, y de todos los medios de transporte público sostenibles deben de tenernos a todos los políticos unidos para trabajar en su mejora y accesibilidad, y no hacer gala de daltonismo político exigiendo solo a aquellos que no son del color que nos agrada. Y es que, por mucho que algunos se empeñen, no vivimos en el salvaje oeste, tenemos mecanismos para solucionar los problemas y eso es lo que la gente espera de nosotros.