La señora Díaz Ayuso, del PP, y el portavoz de Vox en el Congreso criticaron recientemente al papa Francisco cuando éste pidió perdón por los errores de la Iglesia en la evangelización de América durante la conquista. A estas críticas se unieron también Aznar, Casado y García Egea, defendiendo que España tiene muchos motivos para estar orgullosa de su legado histórico y cultural.

En su carta dirigida a México con motivo del bicentenario de su independencia de España, el papa indicó que para «fortalecer las raíces del catolicismo es preciso hacer una relectura del pasado, teniendo en cuenta tanto las luces como las sombras que han forjado la historia del país».

Es justo y necesario hacer una mirada crítica y sin prejuicios sobre la conquista-colonización. Es verdad que no se pueden juzgar con los criterios actuales hechos ocurridos hace siglos, sin embargo, tampoco se pueden negar los hechos inhumanos, por más que nos avergüencen. Analizando la conquista europea de América observamos luces y sombras, aciertos y errores.

Ciertamente, hubo luces y aciertos, pero no por eso podemos ignorar las sombras y los errores. Hemos de ser serios y objetivos al analizar la historia, sin dejarse llevar por impulsos nacionalistas infantiles y torcidos intereses. La conquista y colonización fue básicamente una invasión militar, una guerra de ocupación, por más que en todo ello estuviera presente la religión, salvo en honrosas excepciones, utilizada para asegurar la dominación y justificar el expolio. La cruz fue abriéndose paso junto a la espada del conquistador. 

Algunos datos: en el siglo XV había en América unos 65 millones de indígenas. El 95% de ellos murió en los 130 años posteriores a la llegada de Colón. Para 1700 quedaban unos seis millones. Los colonizadores llevaron con violencia esclavos africanos para suplir la mano de obra que ellos mismos habían aniquilado por las enfermedades y los trabajos forzados. Ciertamente, hay una gran diferencia entre la conquista española y la anglosajona en el norte. En América Latina todavía la población indígena está viva y en varios países son mayoría (Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia). En cambio, en Estados Unidos los exterminaron prácticamente.

Hubo misioneros que destruyeron las culturas indígenas, imponiendo la europea. Fray Diego de Landa ordenó quemar cuantos códices mayas encontró en Yucatán por considerarlos obra de Satanás. Otros aprobaron la esclavitud de los indios e incluso la tortura y masacres de aquellos que se resistían a aceptar la dominación española y la fe cristiana. Sin embargo, otros misioneros denunciaron con fuerza el maltrato que los conquistadores y colonos daban a los indígenas y exigieron a la Corona que se promulgase las Nuevas Leyes de Indias, como así fue. Construyeron escuelas y hospitales y promovieron centros de desarrollo comunitario. En esta corriente destacan fray Antonio Montesinos, Fray Bartolomé de las Casas, Antonio Valdivieso, obispo de Nicaragua, asesinado por un soldado español; Vasco de Quiroga, Juan del Valle y otros muchos más.

Es sorprendente la ignorancia, o tal vez la malicia, de estos políticos de la derecha y ultraderecha que no aceptan la realidad y critican al papa porque reconoce, junto a las luces de aquella época, las sombras de la Iglesia durante la conquista, pidiendo perdón por ello a los indígenas.

Francisco no es el primer Papa que lo hace. Se sitúa en la línea de sus predecesores. Juan Pablo II en la República Dominicana en 1992, dijo: «No puedo olvidar en este V Centenario los enormes sufrimientos infligidos a los pobladores de este Continente durante la época de la conquista y la colonización». Benedicto XVI dijo, asimismo, en 2007 en Aparecida (Brasil): «No podemos ignorar las sombras que acompañaron la obra de evangelización del continente latinoamericano. No es posible olvidar los sufrimientos y las injusticias que infligieron los colonizadores a las poblaciones indígenas, a menudo pisoteadas en sus derechos humanos fundamentales».

Pero el papa Francisco se ha convertido en el blanco por parte de la derecha más recalcitrante, debido a sus lúcidas críticas al neoliberalismo y a los poderes políticos y económicos. Trata simplemente de ser coherente con el evangelio y con los principios de la doctrina social de la Iglesia.

La señora Díaz Ayuso se mostró ‘sorprendida’ por las palabras del Papa, diciendo que hace más de quinientos años España llevó «el catolicismo y por tanto la civilización y la libertad al continente americano». ¿Acaso los indígenas no eran libres? ¿No fue la conquista el comienzo de la opresión y el robo de sus tierras por parte de los colonos? No hablemos de las toneladas de oro y plata ni los productos agrícolas que traían los barcos españoles de América.  

¿En qué se basa, entonces, esta señora para decir que España llevó «la civilización y la libertad al continente americano» o que «el indigenismo es el nuevo comunismo»? Hoy los indígenas tratan de recuperar su cultura y espiritualidad milenaria, profundamente humana, comunitaria y respetuosa con la madre tierra. Es un mensaje para nuestro mundo neoliberal que está destruyendo la armonía social y medioambiental. Los pueblos indígenas nos enseñan a pasar de un enfoque antropocéntrico a otro más sociobiocéntrico que reconozca la indivisibilidad de todas las formas de vida y a tomar conciencia de que todo lo que existe se encuentra interrelacionado y unido.