Cuenta la historia que la palabra bruja aparece por primera vez en España en la segunda mitad del siglo XIII, en un códice catalán (vaya por Dios ) haciendo referencia al término súcubo o demonio femenino. Durante aquellos oscuros siglos los tribunales civiles se ocuparon de señalar a las mujeres tachándolas de adoradoras de Satán y prácticas demoníacas, amparados por el fanatismo religioso y la Santa Inquisición.

Hoy en día, en pleno siglo XXI, hemos sido testigos de cómo un diputado fascista en el Congreso, Cámara Baja que representa al pueblo, gritaba «¡Bruja!» mientras una diputada del Partido Socialista hacía su exposición en la sesión plenaria del pasado martes, una proposición de Ley para la reforma del Código Penal ante las coacciones a mujeres a las puertas de las clínicas abortistas.

Con Franco (hace dos días) se arrestaría o castigaría con una multa a quien proporcionara información o medios a una mujer para practicar un aborto. Sólo si la madre era soltera se reduciría su pena si alegaba vergüenza.

En 1983 la legalización del aborto sería puesta encima de la mesa de la mano de Felipe Gónzalez. La polarización social y política tomaba las calles y no fue hasta 1985 cuando por fin sería despenalizada la ley de interrupción voluntaria del aborto.

Zapatero en 2010 aprobaría la ley de plazos, pero con la llegada del Gobierno del Partido Popular tres años más tarde, en 2013 reformaron la ley, privándonos de derechos a las mujeres y endureciendo la ley del 85. Menos mal que la presión social en aquellos días hizo retroceder a los de misa diaria, manteniendo la ley de plazos de Zapatero hasta hoy.

Mientras nuestra clase política legisla en base a sus intereses partidistas, las mujeres hemos luchado y seguimos luchando por nuestros derechos, por nuestra libertad y pot dejar de estar sometidas a políticas, religiones o moralidades impuestas. Nadie más que las mujeres sabemos lo que se sufre ante la toma de decisiones difíciles para nosotras y nuestras vidas, que dejarán en algunos casos traumas y dolor que nadie entiende, nada más que nosotras. Y por si este sufrimiento personal fuera poco, a las puertas de las clínicas abortistas cientos de mujeres sufren acoso por ejercer libremente su derecho a decidir.

Grupos religiosos, simpatizantes de partidos políticos de derechas, cual almas cándidas, alegan que rezar en las puertas de clínicas abortistas no es delito. Furgonetas con ecógrafos gratis, folletos, rescatadores de la vida que rezan por ti y tu bebé no conciben que una mujer puede matar algo que lleva dentro. Y yo les digo: Dejénnos en paz.

Esta semana hemos sido testigos de un espectáculo indecente por parte de la extrema derecha de este país, con la complicidad del Partido Popular, una vez más. Gritos propios de la Edad Media en el Congreso de los Diputados, faltándonos el respeto a los ciudadanos no acatando las normas de la Cámara, sacando pecho, desafiando a la prensa al más puro estilo del programa Hermano Mayor, un ruido insoportable para llamar la atención, y seguir con la política de la nada y la crispación, por lo que si me permiten es el momento de coger la escoba y gritar: ¡Brujas del mundo, levantaos!

Mi solidaridad con todas las mujeres que pensamos con la diputada socialista Laura Berja, así como con la mayoría de representantes en la Cámara Baja que denunciaron en la tribuna el comportamiento del diputado neandertal, menos el PP, una vez más.

Somos más los que creemos en la libertad y en nuestro derecho a decidir, en no retroceder en los logros que a lo largo de la historia hemos conseguido. Por todo esto, yo también soy una bruja.

Les recuerdo que la extrema derecha ha manifestado que si llega al poder ilegalizará el aborto. Saquemos las escobas; es hora de trabajar para barrerlos de la escena política. Ya está bien ¿no creen?