Mi vejez la pasaré recluida en un monasterio, ojalá enclavado entre montañas y arroyos, y aunque suene a extravagancia es una decisión reflexionada durante años que me mantiene tranquila y feliz. Quiero dedicar los últimos años de mi vida al rezo y la meditación y espero que entonces, antes de irme para siempre, aprenda a mirar de verdad.

Jeong Kwan no esperó como yo a tener el pelo blanco y con tan solo 17 años, y tras la repentina y dolorosa muerte de su madre, abandonó la granja familiar para desaparecer sin dejar rastro en busca de la iluminación. «El sol del invierno se estaba poniendo, me bajé del autobús con las manos vacías, no tenía dinero, ni pertenencias. Nada. Era solo una niña que subía paso a paso una montaña», relata en la serie Chef’s table de Netflix esta menuda y risueña monja budista, convertida en todo un referente culinario internacional a pesar de no tener restaurante y solo cocinar para los ascetas y visitantes del templo de Baegyangsa, en el extremo sur de la península coreana, a 270 kilómetros de Seúl, donde vive desde hace casi medio siglo.

Escogida por el prestigioso Culinary Institute of America como uno de los cincuenta representantes mundiales del movimiento Plant-forward que reivindica lo vegetal frente a la proteína animal, Jeong Kwan promueve un planeta unido a través de una cocina sana y feliz: «Cuando te cuidas y llevas una buena alimentación haces el mundo más sostenible». Su ‘comida de templo’, que mantiene la mente calmada y estática, incluye deliciosos platos, aderezados con una salsa de soja que fermenta y macera a cámara lenta y con la que revive la sabiduría de sus antepasados, como el kimchi depurativo de verduras, el ponche de calabaza dulce o las setas shiitake estofadas con sirope de malta con las que convenció a su padre de que no era necesario comer carne. «Se las comió en las montañas junto al valle. Una semana después de visitarme después de muchos años sin saber de mí murió en paz», relata emocionada en el documental.

No soy vegetariana, pero sí coincido con Jeong en que la comida es una poderosa herramienta para transformar corazones. Mi madre siempre cocinó hasta que mi padre se jubiló y tomó el relevo; hoy son un tándem perfecto que diseña y prepara deliciosos menús que hacen felices a todo el que los prueba. La cocina no es mi fuerte, pero ojalá que estos artículos que escribo con amor y dedicación por lo menos les entretengan: a falta de unos macarrones con chorizo o unas suculentas lentejas es lo que puedo ofrecerles.

Busquen a Jeong Kwan en Netflix, la que vive en silencio entre colinas arboladas, la ‘chef filósofa’, la que cocina la comida ‘más exquisita del mundo’ como han llegado a decir. Su historia les va a encantar, también su maravilloso y desordenado huerto, la templanza en su mirada, la sobrecogedora paz que transmite y sus enseñanzas de las que si tengo que elegir me quedo con dos: la creatividad y el ego no pueden competir y ser libre es moverte con libertad dentro y fuera de tu mente. Y anímense a cocinar con pensamientos felices y a comer con alegría, si lo hacemos entre todos conseguiremos un mundo infinitamente más agradable.