Desde hace años presenciamos la disminución de la inversión destinada a la Sanidad pública española. Esta reducción en la financiación tiene como consecuencias una peor accesibilidad a los servicios sanitarios, una merma en la prestación de los mismos y, por ende, un empeoramiento de la calidad de la asistencia.

¿Cómo acabar con un Sistema Nacional de Salud perfectamente estructurado y con un recorrido de años en los que se ha sostenido con un buen funcionamiento?

A modo de símil con una fortaleza medieval, podemos decir que lo más sencillo para poner fin a una estructura es torpedear la puerta de entrada. En el caso de la Sanidad, el primer nivel de acceso a la asistencia sanitaria es la Atención Primaria. En este caso, no se está torpedeando, sino que, simplemente, se le está dejando morir de inanición. Se está involucionando en el tiempo. El grave déficit de médicos está provocando que los profesionales que trabajan en este ámbito tengan unas ratios de pacientes cada vez más elevadas y las plantillas no se han aumentado en años.

Los profesionales que sostienen la Atención Primaria están sometidos a una carga de trabajo burocrático descomunal y se les está obligando a asumir competencias que no son propias de este ámbito.

Con ello, estamos regresando a la Medicina primaria de principio de los 80, años en los que en los ambulatorios se trabajaba ‘a destajo’, sin programas y sin un ejercicio centrado en el paciente, sino una Medicina de supervivencia (es decir, cumplir la jornada laboral procurando no morir en el intento).

Además de contar con menos personal y de sobrecargarlo con funciones que no son Medicina o que no corresponden a su formación médica especializada, no se suplen los descansos, no hay sustituciones cuando faltan compañeros por causas justificadas, es obligado doblar consultas de forma continuada…

El problema de falta de especialistas en Medicina Familiar y Comunitaria y pediatras de Atención Primaria es conocido, desde hace muchos años, por el Ministerio de Sanidad y los distintos Gobiernos autonómicos del país. En la web del Ministerio podemos acceder a diferentes artículos y libros publicados sobre la planificación de especialistas en España, las edades de las plantillas de médicos y las jubilaciones previstas para los próximos años, la feminización de la profesión y, en conclusión, atendiendo a todas estas variables, las necesidades de médicos de Familia que tendremos a corto/medio plazo.

Las organizaciones profesionales de España hemos presentado múltiples estudios y análisis sobre la evolución de las tasas de médicos y el envejecimiento de las plantillas que conllevará la retirada del ejercicio activo de miles de médicos en los próximos diez años.

Quizá por dejadez, despiste o mala intención no se ha planificado bien. No sabemos el motivo, pero la conclusión la tenemos clara: consultorios cerrados, consultas con médicos sin la titulación requerida, listas de espera impensables en Atención Primaria…; en conclusión, el abandono y fracaso del primer escalón del sistema sanitario.

Si la puerta de entrada está colapsada, atrancada y fuera de uso ¿qué hace el ciudadano ante un problema de salud?

Pues muy claro: quien dispone de recursos económicos suficientes acude a la Sanidad privada o contrata un seguro de salud (lo que rompe la igualdad de un modelo sanitario público, gratuito y universal, eje de la igualdad, la equidad y la justicia social); y quien no se encuentra en una situación económica favorable acude a la puerta de Urgencias de un hospital (lo que supone un mayor gasto sanitario para el sistema público).

Ya estamos vislumbrando el problema de esa redirección de la demanda de los ciudadanos hacia los servicios hospitalarios de Urgencias. Cada día encontramos más pacientes atendidos en estos servicios con el consiguiente perjuicio para los enfermos más graves ya que estos servicios se masifican. Se está distorsionando la definición y la esencia de la “atención urgente”. 

Nuestro trabajo como médicos es que el paciente no sufra enfermedades graves consecuencia de sus patologías crónicas, más que las que así están definidas por los libros de Medicina. Es una barbaridad que un catarro o un orzuelo se puedan catalogar como urgencias. 

Nuestro trabajo como Médicos de Familia en un primer nivel asistencial con una estructura suficientemente dimensionada, soluciona un 90% de los problemas de salud que llegan a nuestras manos y deriva únicamente los casos necesarios, ya estudiados y a los especialistas indicados en cada caso.

Si no ponemos soluciones efectivas y reales para aliviar y salvar la Atención Primaria, ¿qué nos quedará cuando se colapsen también las puertas de Urgencias de nuestros hospitales?