Algo estoy haciendo mal como madre. Durante semanas esta afirmación me rondaba la cabeza y hace unos días, incluso, la verbalicé, medio en serio medio en broma, en una conversación con ‘El Hombre del Renacimiento’. Algo debo estar haciendo mal cuando todo Instagram tiene a sus hijos dormidos a las 20.30 horas (a la vuelta de septiembre), y a mí hay días que me dan las doce de la noche intentando que cierre los ojos tras más de dos horas acurrucada con él en la cama. Momento en el que confieso que, a veces, acabo perdiendo los nervios. Algo debo estar haciendo mal cuando todo el mundo se ha apuntado al ‘Baby led weaning’ (método de alimentación complementaria que consigue que bebés de poco más de seis meses sean capaces de masticar muslos de pollo enteros) y yo no logro que mi hijo se interese por la comida sólida.

Algo debo estar haciendo mal porque mi hijo sigue viviendo, cada día, de forma traumática mi separación cuando lo llevo a la guardería. Y me duele, claro que me duele, pero no son muchas más las opciones que tengo. Algo debo estar haciendo mal cuando, después de jornadas agotadoras, sucumbo a ponerle dibujos en el móvil para garantizarme diez minutos de calma, cuando juré y perjuré que yo no lo haría. Y es que si ser madre es complicado, imaginen la losa que supone intentar ser una madre perfecta.

Hace unos días, precisamente, escuchaba a una conocida diseñadora gráfica e ‘influencer’ española confesarse y reivindicar el derecho a sentirse desbordada como madre. Al frente de una casa con cuatro niños y sola en esta tarea, aseguraba que no siempre se puede ser luz, que hay momentos de sombra en los que necesitas desahogarte y sentir que hay más mujeres ahí afuera que te entienden. Porque no siempre se puede estar «con el flow to the limit después de un viaje de cinco horas conduciendo con toda la tropa llorando en el coche.

Efectivamente, somos madres, pero no somos perfectas. Somos madres que odiamos no poder duchamos jamás solas, no conseguir llevar la ropa nunca limpia y salir de casa sudando aunque estemos recién acicaladas.

Somos madres con nuestros errores, nuestras limitaciones, nuestros agobios y nuestra siempre presente falta de tiempo. Pero en cualquiera de estos casos, nuestro desbordamiento de amor compensa cualquiera de nuestras muchas carencias.