Quienes solo hayan visto las playas de la Región de Murcia este verano en los telediarios tendrán grabadas en su memoria inmediata las montañas de peces muertos o moribundos que se acumularon a las orillas de las calas del Mar Menor. Ninguna campaña de promoción turística de nuestro litoral hubiera sido capaz de contrarrestar el horroroso impacto de la fauna de la laguna agonizante en busca del último resto de oxígeno. Seguro que muchos de los que planeaban visitar la costa de nuestra Región los días siguientes al trágico episodio medioambiental se habrán espantado y habrán redirigido su destino. Lástima de las millonadas que se han invertido para atraer turismo a la zona durante las últimas décadas, pero aún más de las millonadas que vamos a perder, que ya hemos perdido, por la fuga masiva de visitantes que ya no vendrán y, después, en la recuperación de un Mar Menor que difícilmente volverá a ser el que era. No es pesimismo, sino realismo, basado en que lo que nos ofrecen y lo que nos espera es más de lo mismo.

Si tuvieran un familiar ingresado en la UCI, ¿perderían el tiempo discutiendo sobre las causas o los culpables? ¿O se centrarían en aplicarle los tratamientos que lo curaran y, sobre todo, en dejar de suministrarle aquello que le causa sus dolencias? Pues eso, que nuestra querida y familiar laguna se muere cada día un poco más, ante nuestra pasividad y la de quienes creen que preferimos que se sigan peleando por quién lo está matando, cuando, en realidad, son todos. Somos todos.

Se nos agotan los descalificativos al ver como nuestro presidente nacional y el líder de la oposición siguen jugando a ser ingeniosos e irónicos, en busca del chiste y de la sonrisa fácil, en un escenario tan serio y solemne como el Congreso de los Diputados, el templo de nuestra democracia, ¿del poder del pueblo? Sus monólogos, los de Sánchez y Casado, serían propios del Club de la Comedia si no fuera porque resulta deprimente comprobar que se preocupan más de los infructuosos artificios del independentismo que de problemas tan reales y palpables como el de nuestro Mar Menor, al que ambos líderes ya apenas se refieren, porque tendrían que meterse en el fango, literalmente.

Por aquí, da todavía más pena, porque se supone que nos debería doler más, porque nos duele en el alma, en nuestro sentimiento, como remarcaba el senador el popular Bernabé. La ministra Ribera le concedió un Oscar por el drama, aunque ambos merecen sendas estatuillas, por su capacidad de interpretar el papel que les asignan sin acometer ninguna actuación.

Lo de nuestro Ayuntamiento clama al cielo, al menos con este tema. La alcaldesa pareció querer rectificar a principios de esta semana al reclamar una sola voz del Consistorio para solucionar los problemas del Mar Menor. Bien está que informe a todos con detalle y urgencia de las gestiones al respecto, lo que por otra parte es lo lógico. No hubiera estado mal que como gesto de acercamiento a la oposición y a sus propios compañeros de Gobierno no adscritos, hubiese mostrado también el apoyo a la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para que se dote a la laguna de mayor protección que no ofreció unos días antes. Aunque, la verdad, tampoco creo que sus rivales políticos hubieran modificado su discurso de confrontación y crispación. ¿De verdad que no se enteran de que lo que queremos es que todos tiren del carro por el bien de nuestro municipio y de nuestra Región? El presidente de la patronal regional, José María Albarracín, se lo ha dejado bien clarito al manifestar que ‘ya cansa’ verlos día sí y día también con sus trifulcas y disputas, sin que les importen realmente los problemas de la sociedad. Lástima que a esa misma sociedad parece que tampoco le importan mucho, porque la ILP ni siquiera ha alcanzado las 300.000 firmas, que quedan muy lejos de las 500.000 que se necesitan para presentarla en el Congreso. O tal vez ese aparente pasotismo lo que oculta es el hartazgo y la convicción de que hagamos lo que hagamos, nuestros gobernantes solo hacen lo que ellos quieren.

Por suerte, quienes vivimos y disfrutamos de esta Región, modesta y olvidada del sureste español sabemos que nuestra costa dispone de muchos tesoros más que los del Mar Menor y, como quien no quiere la cosa, a veces se nos aparece la Virgen en forma de una promoción inesperada, con visitas como la de David Bisbal, buen conocedor de las joyas sumergidas en los fondos de nuestro litoral, por lo que es un asiduo buceador en nuestra tierra. Lo mejor es que lo promulga a los cuatro vientos en sus redes sociales, donde pueden verlo decenas de millones de seguidores de todo el mundo. Bienvenida sea esta operación de rescate del artista de talla internacional que compensa la malograda fama del litoral murciano como destino turístico de referencia que estamos forjando con la crisis del Mar Menor. Aunque me parece a mí que vamos a tener que cantar o rezar muchas ‘avemarías’ para salir del fango en el que nos hemos metido.