Anda por aquí otra vez el embajador de Japón, y no es porque acaban de empezar las Fiestas Históricas de Cartagena. Este fin de semana, a los carthagineses y romanos hay que añadir a los japoneses, que han tomado el puerto de la casi trimilenaria, en una espectacular Feria Gastronómica del Atún Rojo de Acuicultura que se celebra junto al Auditorio El Batel. Todo un acierto de los organizadores esta feria que en su propio nombre une el destino de Cartagena y Asia y que conjuga en la ciudad la gastronomía, el mercado, el arte, la cultura y el turismo nipón, al más alto nivel. Todo un privilegio, merecido, para esta ciudad que es sede de la gran empresa familiar de Ricardo Fuentes, los mayores exportadores de España y de Europa de esta especie tan demandada por el selecto mercado japonés y que cada día tiene más adeptos entusiastas en nuestra Región.

El atún rojo es un gigante sabrosoque tiene muchos exquisitos y variados bocados y la acuicultura es, sin duda, una manera sostenible y respetuosa con el medio ambiente, de posibilitar la pesca sin esquilmar la especie. Ya Aristóteles y Plinio hablan del cultivo de ostras y desde mediados del siglo XIX la acuicultura llega a España como una actividad profesional, técnica y familiar que hoy día trabaja tanto con peces como con algas.

Puede que Japón no tenga la extensión china, y puede que para llegar a él, después de recorrerte el mundo entero hasta los confines terrestres de Asia, tengas que cruzar un mar, pero el país del sol naciente está cada día más cerca del nuestro y, sobre todo, de esta ciudad de grandes viajeros y navegantes. Estos días en que se conmemoran aquellas batallas entre dos bandos herederos del legado griego que se disputaban el control político y económico del Mediterráneo, nuestro mar, no debemos olvidar que muchas veces hasta las pretendidas guerras de religión o luchas de culturas distintas, en realidad han sido guerras económicas, desde las primeras batallas por territorios de caza, hasta las más recientes con excusas de ‘armas de destrucción masiva’, cuando en realidad lo que estaba en juego era el petróleo o los contratos con la industria militar.

Pero a estas alturas de la película, tenemos claro que el comercio puede dar lugar a un intercambio pacífico y enriquecedor, también en lo cultural. Las guerras, y también las comerciales, pueden enfrascarnos en caminos sin salida que, al final, siempre fracasan y sólo benefician a una minoría de intereses y nunca a los países en conflicto. Desde Marco Polo aprendimos que hay que viajar en dirección a donde sale el sol para llegar a remotas tierras de las que traernos otra manera de meditar, otra manera de respetar a los demás y, sobre todo, otra manera de comer, de cocinar, de saborear y de especiar los platos.

Cartagenasia es una feria que está entusiasmando a los profesionales del sector y al público, que está gozando de las distintas tapas de atún rojo y de la diversidad de talleres, demostraciones y exposiciones sobre la cultura, el arte y la gastronomía japonesa. Desde una exposición con artesanía, trajes tradicionales o pintura sumié, hasta talleres de caligrafía, ikebana (arreglo floral), origami (arte del plegado de papel para hacer figuras o animales), furoshiki (arte de envolver objetos en tela para su transporte) o taiko (percusión), sin olvidar los maravillosos cuentos y narraciones tradicionales, la música en directo, las demostraciones culinarias a cargo de los más prestigiosos y premiados cocineros de la zona y hasta una visita por el interior de uno de los más imponentes barcos atuneros del Mediterráneo, propiedad de la citada empresa cartagenera.

El atún rojo es un producto icónico de la sibarita cultura japonesa, forma parte de su gastronomía desde el año 5000 a.C. y allí va a parar el 70% del atún rojo cartagenero. Los japoneses están encantados con la calidad de nuestros atunes y con la manera sostenible de criarlo, ellos nos los compran y, a su vez, nos están enseñando a degustarlo.

Me contaba estos días José María Donate, el mejor embajador de Ricardo Fuentes, que «los jóvenes, que no suelen gustar demasiado del pescado, cada vez se aficionan más a comerlo al estilo japonés (en crudo, macerado, marinado, ahumado), pero hay que enseñar a los adultos, más de pescado, a descubrir la pureza del producto y sus sabores naturales, no disfrazados, tal como hace la gastronomía del país nipón.

.La iniciativa de esta feria es de la Asociación Empresarial de Acuicultura de España, con el apoyo del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y la Unión Europea, además de la embajada de Japón en España, el Gobierno regional, el Ayuntamiento cartagenero y el Grupo Ricardo Fuentes, alma mater del evento. Sin duda, el objetivo fundamental de estas jornadas, además de dar a conocer el producto y la cultura japonesa, es poner en valor la acuicultura, tan en la línea de nuestra tradición por la almadraba en una ciudad que, como señaló la alcaldesa, Noelia Arroyo, fue pionera en el desarrollo de granjas para la cría de atunes. Por su parte, la representante del Ministerio, Carola González-Kresler, habló de que tanto las Naciones Unidas como la Unión Europea están apoyando la acuicultura como una prioridad mundial en la línea de la ‘revolución azul’ para «ofrecer a la población mundial en crecimiento, alimentos de calidad, con los máximos parámetros de eficiencia, proximidad, sostenibilidad y seguridad alimentaria».

Cartagena es, por muchas razones, la capital histórica de esta Región, y ello se conmemora ahora con nuestras Fiestas declaradas de Interés Internacional, y estos días también se convierte en capital gastronómica de una España abierta al mundo. Ya es un clamor que Cartagenasia debe tener continuidad en ediciones posteriores y ojalá que Japón, el mayor cliente de nuestros atunes, pueda acoger pronto, allí, unas jornadas que muestren nuestra gastronomía, cultura y arte.

Cada vez es más evidente que para hacer patria nos sobran las grandes declaraciones nacionalistas y las grandes banderas o las pequeñas en la muñeca. Hacer patria es fomentar los intercambios culturales, comerciales y, sobre todo, gastronómicos, que un mundo mejor solo se consigue en torno a la hermandad de una mesa y, sobre todo, no esquilmando el planeta para alimentar a una población creciente. Si antes no nos hemos extinguido, para 2050 se calcula que seremos 10.000 millones de personas a los que habrá que alimentar y la acuicultura se convertirá no ya en una opción, sino en una solución, riquísima, además.