Ya propuse el cambio de eslogan: «El Mar Menor no se muere», quitando su macabro contrario. Ahora propongo el de «Curemos al Mar Menor» por el de «Salvemos al Mar Menor», son frases menos dramáticas y propagan una idea moderadamente optimista sobre esta laguna costera nuestra. El Mar Menor está intoxicado, y conocemos el factor causante. Desintoxiquemos, pues. Y evacuemos el tóxico. Hay que desconectar el Mar Menor de la penillanura de los Campos de Cartagena y Murcia, separados ambos por la exrambla del Albujón, que ya es río. Y es el agente introductor del tóxico que decimos. La cura del Mar Menor pasa por bombear las aguas nitradas que salen por el tal neorrío, hasta las depuradoras/desaladoras del Mojón y San Pedro. Y eso hay que hacerlo ya mismo.

Ese ‘ya mismo’ se ve entorpecido por la disputa de competencias. Bien, pues que el Gobierno regional empiece las obras. Si vienen los guardias civiles enviados por el delegado del Gobierno, es que el Gobierno reconoce que es competencia suya. Habrá terminado la disputa. La inacción era de Madrid. Lo mismo con el dragado de Marchamalo. Dicha gola (que no esclusa, como la llamó la enviada de una tele de Madriz) en los tiempos gloriosos del Mar Menor cristalino y saladísimo, estaba con algún metro que otro de profundidad. Volvamos al paraíso, dragando la gola. Idem, señor López Miras, a dragar la gola, y si se lo impiden, pues señale a este Gobierno de ahora como responsable.

El Mar Menor no tiene un tapón en su fondo que desagua lo malo. Se renueva por su contacto con el Mar Mayor. Las golas sacan agua del Mar Menor y meten agua del Mayor, y viceversa, que siempre están alternando esas corrientes, simultáneas, en superficie y en profundidad. En un sentido y en otro. Son factores higienizantes del Mar Menor. Imprescindible que estén abiertas. Ya ha pasado toda la fauna invasora que tenía que pasar con la macroapertura de El Estacio. Y de la salinidad no queda nada.

Cuando no había ninguna construcción, las avalanchas de los levantes máximos saltaba de un lado a otro de la franja arenosa, y comunicaba mucho más que ahora ambos mares. Cortar la conexión Mayor-Menor es condenar al efecto charco al pequeño. Ya ha retrocedido la orilla, perfectamente comprobable en mapas históricos. El Mar Menor no pude tener la entrada de agua del Albujón y las otras ramblas, como ‘repositorio hídrico’. El agua que la higieniza debe venir, como vino siempre, del Mar Mayor, y sus levantes. ¡Draguen Marchamalo!

Y obliguen a cambiar los abonos y fertilizantes por otros no agresivos con el medio ambiente, que ya es posible. Y eso, se desconecten los regadíos o no se desconecten de la laguna costera y salada. Y, por supuesto, anulen por completo los regadíos ilegales.

Ésa es la medicina. Una medicina para un enfermo muy curable, nada agónico ni moribundo. Se conoce la enfermedad, procedamos. El primero, el Gobierno regional. Bombeo y dragado. Pero ya, que esté hecho o casi hecho para el verano del 22, cuando lleguen las calimas que ponen a 30º C las aguas próximas al Río Albujón, provocando la anoxia.