Hoy es 11 de septiembre, una fecha fatídica para la civilización que nos recuerda aquello de ‘torres más altas cayeron’, que es algo así como un aviso de que todo se nos puede desmoronar mientras dormimos la siesta. De aquellas lluvias, estos lodos y parece que nunca terminamos de aprender que el camino no es el orgullo y la fuerza. No, probablemente no hemos aprendido demasiado de nuestros fracasos.

Comamos y bebamos, que no sabemos lo que nos queda, así que poco a poco parece que vuelven, si el tiempo no lo impide, hasta las Ferias y las Fiestas, que es una estupenda manera de cerrar el verano con la vista puesta en la Navidad, y así, de oca en oca, a ver si recuperamos ese ritmo tan nuestro de saltar de fiesta en fiesta, como quien avanza dando brincos sobre las brasas de la candente realidad, sin terminar de quemarse del todo y haciendo callo, mientras tanto. Septiembre es un mes muy inspirador para los artistas, que de nuevo, se meten en los estudios, y también para los músicos, que componen inspiradas y melancólicas canciones mirando a un horizonte, siempre nublado, añorando aquellos días azules y ese sol de la infancia que nunca vuelve.

Septiembre es el mes en que recuperamos el pantalón largo y la época de esa vuelta, siempre accidentada, al cole. De nuevo a la espera de que lleguen a la librería los libros que te faltan o que lleguen a los colegios los maestros que aún no están nombrados en sustitución a los que están de baja. Este año, con la pandemia de la covid que aún colea, la vuelta a las aulas está aún más complicada: Las empresas de autobuses en huelga y la Consejería de Educación que no está dispuesta a prodigarse demasiado mandando maestros de apoyo, mientras los padres se ponen nerviosos y las directoras de colegio, me consta, están ya para tomar un camino… total, que amenaza tormenta, otra más a sumar a este mes de la gota fría.

Septiembre también es el mes en el que siempre se retomaba el curso político ¡qué tiempos aquellos! Ahora estamos en una tesitura de crispación en la que ni en verano nos han dejado descansar. Mira que yo escribí aquél deseo de ‘tener el verano en paz’ y que nuestros políticos se relajaran, se fueran de vacaciones y, sobre todo, se pusieran a leer, pero nada, no me han hecho caso. Así que, aunque deberíamos estar descansados, renovados y con el ánimo lleno de positividad, mucho me temo que ni hemos descansado bien ni nos hemos recargado del buen rollo necesario para soportar los meses venideros hasta la próxima parada. Hay que reconocerles a los profesionales de la crispación que cada vez hacen mejor su trabajo, lo cual es peor para todos, incluso para ellos mismos.

La situación dramática de nuestro Mar Menor tampoco nos ha dejado disfrutar del verano como es debido. No hemos podido bañarnos en sus aguas cada vez más putrefactas, pero tampoco puedes disfrutar del todo de ningunas otras porque, aún en la distancia de quienes hayan podido viajar un poco, al Mar Menor no te lo quitas de la cabeza y su estado te sigue doliendo como una púa clavada entre ceja y ceja.

A estas alturas, he de reconocer que estoy desilusionado con el género humano y que me doy cuenta de que nos engatusan con el nuevo pan y circo de las pantallas y nos tienen medio adormilados. Pese a ello, aún confío más en los ciudadanos que en los profesionales de la política, verdaderos peleles de los señoritos, de los lobbys y de los verdaderos amos del cortijo. Ojalá esta vez sea la definitiva, que ya no nos queda tiempo, y ese abrazo a nuestra laguna salada haya sido solo el primer paso de una movilización general que no se deje disolver hasta que no se consiga cortar de raíz todo lo que ha causado este desastre medio ambiental en el que está en juego nuestra vida y nuestro futuro. Lo del Mar Menor también amenaza tormenta y a algunos puede que no les valgan ni chubasqueros ni paraguas alguno.

Donde también te puede caer la del pulpo es si te acercas a las redes sociales. Mira que hay gente que intenta aportar civismo, transmitir experiencias bonicas, compartir gastronomía, arte, música, cine, viajes o naturaleza… Hasta los hay que se desgañitan intentando hacer reflexionar al personal o educar en actitudes solidarias… Pero no hay manera de frenar esa riada de insultos y mala baba que nos arrastra a la mínima que no te ates al mástil para no dejarte llevar por los cantos de sirena. Lo que es evidente, y más en esta época de pandemia, es que no hay suficientes abrazos para frenar tanto odio. A uno le entran ganas de encerrarse a lo suyo y dejar que la rambla arrastre las aguas fétidas sin fin y los cadáveres de todos los odiadores, de los unos y de los otros. Pero tal vez esa sería nuestra derrota, tal vez eso es lo que ellos quieren, que cada uno vaya a su apaño, que miremos a otro lado cuando viene el desastre y que nos tapemos los oídos cuando Santa Bárbara truene.

Sabemos que la DANA es una depresión atmosférica a niveles altos, una especie de vacío al que se precipitan las nubes cargadas de rayos, truenos y aguas bravas, con una atracción imposible de frenar. Tal vez nosotros somos como una DANA, si no estamos llenos no podremos evitar que se nos metan dentro, nos manipulen y nos empujen al desastre. Lo importante es no llenarnos de cualquier cosas, sino de lo que nos puede hacer mejores, hacer crecer y hacer más humanos. Empieza el curso lectivo y no hay que olvidar que lo único que nos salvará será la Cultura y la Educación. Cultura de verdad y no la cultura del postureo, esa de hacernos una foto en la presentación de un libro que nunca leeremos. Y Educación para todos, porque no puede haberla si es segregada, elitista, para unos pocos, para los más fuertes o con medios sólo para los más ricos.

Hace 20 años creíamos estar a las puertas del fin de los tiempos, no es que hayamos arreglado mucho desde entonces, pero alegrémonos de que ahora sólo es tiempo de tormentas. Ojalá sepamos esquivar el mal tiempo, ojalá sepamos aprovechar la tormenta para tomar nuevos impulsos, ojalá sean tormentas de ideas y ojalá aprendamos que nada vamos a arreglar con ningún tipo de violencia contra los otros. Septiembre es momento de pisar la uva, y yo quiero brindar por una nueva época en la que tenemos una nueva oportunidad para salir de ésta.