Diríase que septiembre quiere marcar paquete y ha entrado en tromba desde el primer día. Es posible que tanta agua caída sin control en algunos lugares no venga a ser sino un aviso de lo que está por llegar: un futuro de aguas de arribada furiosa, un porvenir de aguas turbulentas. Y no me refiero solo a la meteorología. Pienso también en ese otro terreno tan propicio a quedar embarrado. Pienso en la política, claro. Nada de lo que ocurra, en cualquiera de los dos casos, nos es ajeno. Por acción u omisión. 

Hay quien dice que le teme más a un político que a un nublado. No es justo colocar a los dos en la misma balanza. Imposible comparar elementos tan dispares. Estamos de acuerdo en que los dos, político y nublado, pueden llegar a ser causa de grandes desastres (ejemplos a cientos). Pero hay entre los dos una clara diferencia: la formación y la fuerza del nublado responden siempre a un orden natural. Es la naturaleza la que maneja sus altas y bajas presiones, la que enfrenta masas de aire y propicia bruscos cambios de temperatura. Los desastres del político, en cambio, no tienen nada que ver con las leyes naturales sino con aquellas otras de su conveniencia, de carácter más o menos ideológico, sujetas solo a la ética y decencia del individuo en cuestión. Las catástrofes que provocan solo podríamos entenderlas como fenómenos naturales si atendiéramos a la atmósfera de algunas sedes y despachos, a las distintas corrientes que las habitan, a los movimientos de migración interesados, y a un sinfín de coordenadas (por turnos o todas al alimón) que van de la incompetencia a la prepotencia y de la imprudencia a la indolencia, sin que eso tenga que ver, ni aún por la afinidad en la rima, con ningún tipo de ciencia. 

Llegamos así, al principio de un nuevo curso, con la vista puesta arriba, en las nubes, y abajo, en el empedrado. Estrábicos perdidos. A falta del buen remedio, que se me antoja difícil, pienso que no estará de más acudir en busca de protección y amparo. Olvidado de lo que aprendí años ha en la catequesis, busco ayuda en internet, sección novenas y rogativas. De entre los Catorce Santos Auxiliadores que me recomienda una web/devocionario me inclino por san Eustaquio, «ejemplar de la paciencia en la adversidad». Se me antoja el más adecuado para el corto plazo. En cualquier caso, menos radical y extremo que san Gil, «despreciador del mundo». Me digo que ya habrá tiempo para ello. 

Con ánimo prevenido me enfrento, pues, al calendario de septiembre. Pinto en verde los cielos despejados: fin de algunos peajes históricos en Catalunya, disminución del número de contagios y descenso notable del paro. En rojo, los nubarrones: incapacidad para solucionar el problema de los botellones multitudinarios, incapacidad de acuerdo entre socios de Gobierno, incapacidad para resolver la situación del rey emérito. Y entre tanta incapacidad, la enésima reposición de Desde Rusia con amor. Por si alguien acierta a descubrir, por fin, el descabellado intríngulis de la trama.