Duda. Una mujer a su hijo, un adulto: «Oye, ¿se dice ‘los talibanes’, o ‘los talibán’ o ‘los talibáns’? Es que en la tele lo he escuchado ya de las tres formas».

Somos los mejores. Me he sentido orgulloso de cómo los españoles hemos afrontado la evacuación de los afganos, tanto con los que habían trabajado con nuestro ejército y nuestras oenegés, como el ofrecimiento para que Rota sirva de punto de llegada y puente para los que van a otros países, sobre todo a Estados Unidos. Hemos quedado ante Europa y ante el resto del mundo como lo que somos, ‘buena gente’. Y el que no lo sea, allá él.

Un Messi murciano. En la arena de la playa, un pequeño grupo de niños de no más de 8 o 9 años está jugando un partido de fútbol. Uno de ellos grita a los otros dos miembros de su equipo: «¡Pasádmela a mí, pijo! ¡Que yo soy el que juega mejor!».

Verdades, pocas. Ya sé, ya sé que había problemas graves que abordar y que eso ha mantenido, aparentemente, a nuestros políticos regionales y locales en pie de guerra todo el mes de agosto, que han tenido que hacer declaraciones acusándose los unos a los otros de ser culpables de canalladas variadas, tratando de desviar nuestra mala leche hacia los antagonistas respectivos, sea o no sea verdad lo que están diciendo, porque eso les da igual. A menudo me han recordado esos versos de La venganza de don Mendo: «Mientes con toda la boca, mientes con todos los dientes».

Diversas labores propias de su oficio. También estos políticos han tenido que ir a ver a los peces cadáveres y se han hecho fotos por doquier. Pero, aun así, yo hubiese preferido que se tomasen unas buenas vacaciones, que se hubieran bebido montones de quinticos muy fríos, que tanto les gustan a algunos, como a mí, y que hubieran descansado y hecho el amor sin descanso, a fin de que ahora estuvieran bien frescos y dispuestos a comenzar el curso con ganas.

Advertencia. Una mujer a (creo) su marido, por la calle: «Anda más rápido, hijo, que se te pasea el alma por el cuerpo».

Error. No me ha hecho ninguna gracia que la diputada de Podemos, María Marín, haya estropeado su puesta en escena de los pescadicos muertos, en la Asamblea Regional, con esa acusación al consejero Luengo de favorecer a un tío suyo que se dedica a la agricultura. A no ser que se demuestre con una denuncia en el juzgado, el hecho de meter en la política a la familia es, como menos, de pésimo gusto. Qué culpa tiene el tío de que su sobrino sea consejero y lo esté haciendo fatal, o muy bien, como piensa él, en el Mar Menor. Quién le iba a decir a su tío, cuando comenzó a dedicarse a la agricultura, que un día su sobrino iba a mandar tanto y que lo iban a utilizar a él para atacarle políticamente. Y, si es verdad, sería prevaricación y habría que denunciarlo. Pero, mientras tanto, hay que dejar tranquila a la familia.

Alargando el verano. Todavía estoy junto al Mar Menor. Septiembre suele ser precioso aquí, desde San Pedro a La Manga, pasando por Los Urrutias, Los Alcázares, Los Nietos, etc. Este mes suele ofrecer mañanas bellísimas y atardeceres de ensueño. Algunos veraneantes están yendo a trabajar por las mañanas, pero vuelven a mediodía o por la tarde agotando sus estancias hasta que no tienen más remedio por los colegios de los hijos. Debido a la pandemia, algunos jubilados se han quedado todo el año porque sus casas de aquí ofrecen más ventajas a la hora de aislarse que sus domicilios en las ciudades.

Estancia alargada. Una vecina, una señora mayor, a mí: «El sábado vuelvo a mi casa de Cartagena después de 16 meses. Pero, si veo que me pongo murria, me vengo otra vez para acá, que he pasado un invierno estupendo, saliendo todos los días a andar por el campo o por el paseo marítimo. Esto se queda un poco solo, pero se está muy tranquilo. Además, que sigo teniendo mucho miedo a la covid».

He visto en una plataforma la película 1917, que no pude ver en el cine por lo de ahora. Es muy impresionante. Y buena. El trabajo de dirección, de San Mendes, es genial, pero no se pierdan la fotografía de Roger Deakins, absolutamente perfecta, conmovedora. Su cámara va siguiendo a los protagonistas como si tuviera vida propia y quisiera enseñarnos la ambientación, pero también cada gesto, cada detalle, cada horror de lo que pudo ser la primera Guerra Mundial. Dura como el pedernal, pero una película realmente estupenda.