Supongamos que Juan tiene cuarenta y cinco años, es profesor en un instituto, y que está casado con Marilú, que es peluquera y tiene un pequeño establecimiento de ‘Peluquería y Estética’ en el barrio donde viven, en Lorca, en Caravaca, o vaya usted a saber. Tienen tres hijos: Juanito Mari, que está haciendo primero de Derecho en Murcia, Luz Clara, que hace tercero de la ESO, y Josefa –le pusieron este nombre por la abuela de su padre, pero ella piensa cambiárselo por Daenerys en cuanto sea mayor de edad- a la que llaman Fifi, y que anda por los 12 años. Acaban de llegar a su residencia, un piso de noventa y tres metros muy bien aprovechados, después de pasar una semana en un apartamento de La Manga que alquilaron en enero. También han pasado otra semana en el camping ‘Cumbres de Matamosquitos’, en la sierra de Alcaraz, a donde van desde que los niños eran pequeños, y allí se reúnen cada verano con amigos y hacen arroz con conejo casi todos los días, que antes comían a base de ‘cucharada y paso atrás’, y que este año, con lo del covid, se lo han tomado cada uno en su plato.

En ‘el rincón de papá’, una esquina del salón comedor, donde tiene un pequeño buró que compró viejo y que él mismo restauró, Juan está sentado con el ordenador abierto, en cuya pantalla puede verse, encabezando la página, la palabra SEPTIEMBRE, así, todo con mayúsculas. También tiene abierta en el móvil la página de la cuenta bancaria a la que llama ‘la mecagoendiez’, porque es la expresión que suele utilizar cada vez que la mira. Ahí es donde están domiciliados todos los pagos fijos y que en este momento arroja un saldo de 2.106 euros, una vez que ya ha cobrado su nómina. Los ingresos de la peluquería este mes han sido mínimos porque Marilú cerró el 10 de agosto ‘porque nadie viene a arreglarse cuando se están bañando en piscinas por más que todas lleven el pelo estropajoso, en fin, allá ellas’, que comentó su mujer. También tienen otra cuenta, ‘la intocable’, que la llaman, donde está sus ahorros de toda la vida, exactamente 5.322 euros. Como pueden ustedes ver estamos hablando de una familia de la así llamada ‘clase media española, y olé’.

Juan comienza a escribir en el ordenador: Hipoteca, 612 euros. Luz, agua, basura, móviles, internet, 350. Tarjetas, 278. Campin, 7 días a 60 euros, 420. Piso en Murcia de Juanito, 120. Tablet nueva de Juanito, que la del bachiller ya no le sirve, aunque se ha pasado todo el primer año con ella, 130. Libros de Derecho, aunque son pocos, muy caros, 200 euros. Dos vaqueros nuevos que ha pedido, porque se ha puesto más grande por ir al gimnasio, 140 euros. ‘Y, joder, que se me olvidaba’: gimnasio de Juanito 55 euros.

Y continúa: ropa, libros y otros enseres para Luz Clara. Y otra cosa muy importante: el tatuaje que le prometió si aprobaba todo el curso pasado, que ha ido retrasando, pero que la chica ha dicho que ella no empieza las clases sin tatuaje, que todas sus amigas lo tienen ya: un lagarto y debajo escrito ‘nosotras, las lagartas’ que es como se llaman las de su grupo. Por cierto, que al final ha tenido que aceptar que su madre le afeite un lado de la cabeza y le deje el resto con su melena, a pesar de que odia esos peinados nuevos, tanto en los chicos como en las chicas. En sus clases, en el instituto, ya hay más chicos con moño que sin él. No soporta que cuando está explicando uno de ellos se quite la goma, suelte el pelo, se lo recoja de nuevo y, con un voleo de mano, vuelva a hacerse el moño de castañuela, que así lo llama su mujer.

Y la pequeña, que necesita sus libros, un chándal, sujetadores (no puede creer que a su Fifi se haya puesto hecha una mujer). Y sigue, y sigue añadiendo líneas y poniendo una cantidad a la derecha. Cuando suma se da cuenta de que ‘la intocable’ va a ser tocada una vez más. Y es que, los de clase media, cuando tienen tres hijos, se convierten en clase media-baja cada que vez que llega SEPTIEMBRE. Imagínense ustedes a dónde van a parar los que ya son, de entrada, clase media-baja, o baja del todo.