La profesión de todólogo me fascina. Es exactamente lo que hacemos los que escribimos columnas en periódicos hablando de mociones de censura, política internacional, el precio de la luz y la gastronomía local, sin despeinarnos. Sin tener ni idea de casi nada y nociones de muy poco, pero aquí se viene a entretener. La especie premium de la todología la encarna el tertuliano de radio o televisión, tan docto en prensa del corazón como en derecho penal. El que todo lo sabe y el que nada ignora. Ya saben de quiénes hablo, claro.

La Región ha vuelto a la sala de máquinas de la prensa nacional en nombre de miles de peces muertos, anoxia y golas. Llevo 27 años veraneando en La Manga y no había escuchado jamás ninguno de esos términos, pero ahora hay un periodista de Soria que al parecer tiene la solución evidente para que el Mar Menor no se muera ante la inacción de los fachas murcianos, que debe ser que queremos que nuestro mayor recurso natural muera porque… bueno, da igual por qué, el caso es que no hacemos nada.

La solución a un problema gravísimo que entronca intereses de primer orden para la Región no es una cuestión que se pueda solventar con la primera idea absurda que se le ocurra al primer afiliado a Equo que uno se encuentre por la calle, de la misma forma que los agricultores, que han ayudado a construir el sentimiento de comunidad de Murcia mejor que ningún otro colectivo, merecen nuestra protección, pero no a costa de impunidad. El drama del Mar Menor es un asunto complejo, que requiere soluciones valientes y que probablemente necesite de una paciencia que no tenemos para encontrar una salida a medio plazo que garantice que el mayor problema de la laguna sea lo caro que es encontrar una vivienda en verano para poder disfrutarla.

Ser de una Región leal con España y con el resto de españoles tiene la ventaja de que uno no va a prisión por sedición y además duerme bien cada noche entendiendo que la nación está por encima de la ambición, pero conlleva unos cuantos inconvenientes que el Mar Menor está sufriendo en primera persona. En primer lugar, que probablemente la ministra Teresa Ribera tuviera que buscar la Región de Murcia en el mapa antes de venir a visitarla con muchos prejuicios y no demasiadas ideas. La segunda, que en vez de ofrecer soluciones a modo de cambios legislativos que favorezcan la recuperación, y unos cuantos milloncejos por si acaso hicieran falta para algo que no conlleve una insurrección; en Murcia nos tenemos que conformar con ser el caballo de batalla de un Gobierno al que el porvenir de esta Comunidad autónoma le importa sólo en la medida en la que desgaste al PP por acción o por omisión.

La situación que vivimos es dramática, pero eso ya lo sabemos el millón y medio de murcianos que viven en la Región y los otros tantos miles que circunstancialmente estamos en el exilio. Ante el desafío, sólo quedan dos opciones: hacer lo mejor para Murcia o luchar por el relato partidista de cada cual.

Los murcianos lo tenemos claro. ¿Lo habrán entendido los demás?