No sé cuantas veces en mi cabeza me he marchado a vivir a una isla de Filipinas, más pequeña que Formentera, con happy hour de piña colada a partir de las tres de la tarde, vivir descalza, tener un trabajo fácil e indoloro, no mirar atrás y llevar una vida sencilla. Suena bien.

No sé cuantas veces en mi cabeza hago la maleta, sin muebles, sin muchas cosas. Con el tiempo he ido trabajando el desapego, nada como soltar y desprenderse de lo innecesario, en mi cabeza suena genial, pero aquí sigo; lo más lejos que por el momento he conseguido irme es a la tierra de la libertad.

Alguien que me conoce bien, me mandaba una noticia que me hacía soñar de nuevo con otra vida, casas a un euro en Italia, en las regiones de Cerdeña, Sicilia, Roma, un precio simbólico para repoblar y restaurar la Italia vaciada ¿Qué les parece? A mí un planazo.

Cuánto daño ha hecho la película Bajo el sol de la Toscana. Va spoiler: mujer madura deja su vida en Nueva York, se va a Italia, compra una casa, la restaura, por casualidad aparece el hombre de sus sueños, comen pasta, son felices y a vivir. Yo para empezar tengo el outfit perfecto, un mono vaquero, camiseta blanca, un moño en la cabeza y listo; ahora me falta la casa, la cuadrilla que me ayude a restaurarla, porque ya les digo yo que a mí los trabajos de bricolaje como que no se me dan bien, y el dinero, y el maromo que aparezca por casualidad, pero lo importante son las ganas, de esto voy sobrada. ¡Me cago en mi vida!

Una casa en un pueblo de Italia, vivir con poco, sentarme en el bar de la plaza a beber Chianti los jueves al atardecer, mandar postales, hacer mermelada de melocotón para mis huéspedes, porque tengo claro que montaría una hospedería, un hostal, un lugar de parada obligatoria en las guías, un lugar acogedor y divertido para los viajeros, un lugar donde vivir a través de los viajes de otros. Un lugar en mitad de la nada, alejada de la ordinariez política, la frustración y la decepción constante. Un lugar en el que descansar.

Si me está leyendo, quiere invertir y le gusta mi idea, tiene hasta mañana para comprar la casa; del resto yo me encargo. Si dentro de unas semanas ven que no doy señales de vida, prometo escribirles pronto con la dirección del bar del pueblo y el lugar donde tendrán que venirme a verme. Si, por el contrario, les sigo dando la turra, ustedes y yo seguiremos soñando despiertos.