Qué desgracia la nuestra, querido lector. Nosotros, españoles de bien que a veces votamos mal, hemos acabado con un presidente que en la mayor crisis geopolítica mundial de los últimos años sólo interrumpe sus vacaciones para hacerse una foto en alpargatas.

Qué habremos hecho nosotros para merecer esto. Con la subida de la luz en máximos históricos, Marruecos amenazando la soberanía nacional, España en vilo esperando que se anuncie el cese de Adriana Lastra. Un drama, de verdad.

En el capítulo regional el Mar Menor amenaza con morirse, y eso sí que es una desgracia sin sorna. Dudo mucho que haya algún miembro del Consejo de Ministros que sepa situar la Región de Murcia en el mapa, que es uno de los gajes del oficio de no ser una Comunidad autónoma malcriada, xenófoba e insolidaria que se pasa el día anunciando su inminente insurrección. El Gobierno regional debe tener querencia por la nación, porque si no parece inexplicable que no hayan declarado la independencia a ver si así nos riegan con millones, prebendas y el Ministerio de Política Territorial, que algo hará tener a un murciano pisando de vez en cuando La Moncloa.

España va mal, claro, mal para ser la nación más antigua de Europa y que nadie nos haga caso más que para exportar a Messi y no ser capaces de importar a Mbappé. Nuestras olas de coronavirus han sido portada internacional, el palacio de hielo de Madrid fue el epicentro del horror pandémico europeo y hemos sido tan cutres que hemos puesto el logo de La Moncloa hasta en la caja más pequeña de vacunas que se haya visto jamás.

Pero eso no es lo peor, querido lector. Ojalá todo lo malo que nos pasara fuera que nos va fatal, porque si así fuera al menos tendría solución. Cuando uno sabe que está enfermo se toma una aspirina y se cura, si la cosa torna en algo más grave aparece el antibiótico, si no la quimioterapia y ya, si hiciera falta, amputación antes de que haya gangrena.

El problema es que mientras nosotros sabemos que hay un tío que que pasa de todo, veranea en Lanzarote y para nuestra desgracia es el presidente del Gobierno de nuestra nación, ellos, los de su equipo de la era post-Iván Redondo, saben que tienen en sus manos algo mucho más poderoso que la razón. Porque, ¿a quién le importa la verdad cuando la propaganda es mucho más mediática que aquello?

Hace diez días toda España se mofaba hasta la extenuación del atuendo veraniego de un presidente muerto, al que Biden ignora en el pasillo y con un Gobierno nuevo que ni despega ni aparenta tener intención de hacerlo.

Un par de días después, el tipo se planta en Torrejón con la presidenta de la Comisión Europea diciendo que España es el alma de Europa, Biden se digna a llamarle (aunque sea para exigirle que active Rota), y su moreno veraniego que habla de solidaridad por un momento hace que parezca fácil olvidar que este mes usted y yo vamos a pagar más factura de la luz que en toda nuestra vida.

En fin, a lo que iba. Que Pedro Sánchez va en alpargatas y es ridículo, pero tiene dinero, propaganda y todo un Estado el servicio de que salga guapo en la tele y los demás no seamos más que cafres envidiosos que señalamos que, al menos este Rey, está algo más que desnudo.

Menos mal que siempre nos quedará Podemos para reírnos de la izquierda sin contemplación. Qué duro se está haciendo esto del socialismo.