Cuando tu télefono decide hacer un fundido a negro y la tecla E de tu portátil te canta a lo Julieta Venegas ¡Qué lastima, pero adiós, me despido de ti y me voy! es que algo atroz has hecho en otra vida y quien sea se está vengando.

Agosto, cuatro de la tarde, cincuenta grados Fahrenheit y yo que me lanzo en busca de ayuda tecnológica. En mi cabeza, la idea de tirar por la ventana ambos chismes del infierno, coger una maraca, un pareo y marcharme a alguna isla de Filipinas sonaba espectacular, pero me debo a ustedes y a algún que otro marrón más.

Utilizo la mitad de las aplicaciones de mi móvil versión antigualla de la manzanita, con el portátil después de mil años usando un PC, entrar en el mundo fruta sigue siendo para mi un encuentro en la tercera fase, pero desde que descubrí los tutoriales, la vida me cambió. Soy un paquete tecnológico, suena música dramática de fondo. Y si por casualidad algún cazatalentos está leyendo esto, no haga mucho caso, a todo artículo hay que darle un toque tragicómico, guiño, codazo, guiño.

Con este panorama, me planté en unos grandes almacenes, diré en mi defensa que no mostré histerismo al encantador chico vestido de azul con gafas y mascarilla que me atendió de manera impecable. Supo tranquilizarme a la vez que practicó la maniobra de reanimación oportuna y devolvió a la vida mi teléfono, cuya tarjeta SIM había decidido dejarme tirada sin piedad.

Sólo quedaba arreglar la maldita tecla E. Acudí con el cadáver en la mano al sótano del mismo lugar. Al explicarles que me faltaba una tecla, que no un tornillo, empezaron a hablarme raro y me sentí como en un taller mecánico donde no entiendo nada y para mí todo es culpa de la junta de la trócola. Traducido al castellano, la pieza no se cambia sola, hay que cambiar el teclado entero, son diez mil y date prisa por la obsolescencia programada, lo que viene siendo acción intencionada de los fabricantes para que acabe su vida útil y tengas que comprarte otro portátil. ¡Maldito Steve!

Me despedí a lo Sonrisas y Lágrimas, sin cambiar el teclado y comprando un rollo de papel celo que ha sido la idea más acertada a la que he podido recurrir dadas las circunstancias. Y así es como volvía a casa con un parche puesto en una tecla, un móvil digamos que nuevo y un término informático de lo más estomagante aprendido, obsolescencia programada. Del calor de vuelta a casa mejor no hablamos.