La madrugada del 18 de agosto de 1936 asesinaron a Federico, le dieron un ‘paseo’, lo mataron a conciencia, sabían lo que hacían, por rojo y maricón. Federico representaba todo lo que no les gustaba, era considerado peligroso y subversivo. Han pasado 85 años y lejos de avanzar como sociedad, de un tiempo a esta parte siento que retrocedemos.

Odio, homofobia, bulos, censura, era lo que en aquellos años de guerra se vivía en las calles. Si Federico saliera de la cuneta donde sigue enterrado y viera el país en el que nos hemos convertido, sentiría un profundo dolor al ver que no hemos aprendido nada.

Conservar la memoria nos ayuda a preservar nuestra identidad, nos permite recordar quiénes somos y de dónde venimos. No se engañen, no hemos superado parte de nuestra historia, no se han curado las heridas y tenemos una deuda moral e histórica con miles de familias que tienen enterrados a sus seres queridos en cunetas, no se sabe dónde, entre ellos a Federico García Lorca, el poeta asesinado más vivo de la historia, al que recordamos, al que leemos, el poeta de todos. Los del pensamiento único lo asesinaron porque no lo soportaban; años más tarde los cómplices de sus asesinos se mofaban por las calles de Granada al grito de «estábamos hartos de maricones», dejando prueba evidente de la crueldad que cometiron con Federico.

Acudí al Teatro Español en Madrid para ver Una noche sin Luna, montaje teatral de Juan Diego Botto y Sergio Peris-Mencheta, y salí sobrecogida ante la interpretación de Botto, metido en la piel de Federico en los últimos años de vida, cuando censuraban sus obras, cuando por querer la cultura para el pueblo, cuando por ser homosexual lo señalaron, lo agredieron y lo amenazaron. ¿Donde está nuestra memoria? ¿Por qué 85 años después estamos inmersos en una vorágine de odio y división a la que unos irresponsables llamados políticos nos han arrojado? ¿Donde está el respeto y la tolerancia? ¿Y la libertad de expresión? ¿Censuramos carteles, pezones, canciones? ¡En qué nos hemos convertido!

Hago mías unas palabras de la obra antes citada, cierren los ojos y piensen que les habla Federico: «Léanme, un pueblo culto tiene voz propia, y eso es lo que muchos no quieren; léanme más, señores políticos, no me hagan homenajes por hacerse la foto cuando no saben nada de mi obra, no me utilicen así». Cultura y memoria es lo que nos falta.