Entiendo la amistad como la unión de dos conceptos básicos : respeto e incondicionalidad. Pero como en cualquier relación, ninguna de las partes queda exenta de fallarle a la otra, de traicionarla. Podemos esperar esa puñalada de cualquier persona, pero cuando la daga que te atraviesa las entrañas está empuñada por la mano de un amigo, el dolor torna a insoportable. 

Ese golpe a la confianza ya no tiene cura. No hay consuelo, por más que nos hagan ver que el traidor es el perdedor al carecer de la facultad más hermosa que el ser humano posee, la lealtad. Nada es más doloroso para el alma que esas heridas que jamás cerrarán, y no es aceptada la excusa de que previamente no existía un compromiso establecido. 

Quien te la pega sabe de sobra que te está causando el dolor más abrupto, ese que esconde el engaño. Son ilusionistas con una capacidad imperiosa de manipulación, faltos de empatía y amorales. Tibios que sólo buscan dar de comer a su ego como objetivo vital, flojos de pantalón que diría el maestro Mercado. Fantoches con escasos escrúpulos te empujan al abismo de la desesperación, la humillación, la frustración o la angustia con un dolor proporcional al compromiso adquirido en tantos años de amistad. 

Nadie debería tener la llave que reabre las heridas. Nadie debería tener derecho a rompernos, a vernos reflejados si suena Old friend 4 sale de Prince... «Viejos amigos que te besarán hasta conseguir eso que quieren, viejos amigos que te pondrán en venta y te mostrarán que no lo son, porque los amigos jamás atacan por la espalda». 

Me sorprende hacer alusión en mi columna semanal a quien una vez dediqué palabras de admiración, desconocer la Cara B de según qué personajes es lo que tiene. Tal vez nadie queda libre de levantarse un día actuando con la vileza pasmosa de Mondego a Dantés (El Conde de Montecristo, Alexandre Dumas). Pero, oye, por mi parte que no esperen ni un atisbo de venganza estos que van recogiendo los peces que nadan enganchados en las redes de pescadores incidentales, esas redes olvidadas que quedan a la deriva. 

Champán y rosas van en camino, junto a unas letras donde se plasman mis mejores deseos. Aquí lo guay es dar de lo que se tiene.