«La imposibilidad de llegar a pactos para renovar el Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal de Cuentas se ha convertido en una peligrosa negligencia, en otro triste ejemplo del sectarismo que domina la política española». Nicolás Redondo Terreros, exsecretario general del PSE-PSOE.

La democracia española aparentemente goza de buena salud. Pese a la fragmentación del Parlamento y a la ausencia de mayorías bien cohesionadas y más o menos homogéneas, las instituciones van funcionando, se aprueban los presupuestos y no hay parálisis legislativa. Hasta ahí todo bien. Sin embargo, la democracia actual se basa en el principio de separación de poderes que permitan el libre juego de Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Y ahí es donde chirrían más los goznes democráticos en España. Esa imposibilidad manifiesta de llegar a consensos que permitan la renovación de los principales órganos del Poder Judicial es un serio síntoma de que la enfermedad degenerativa de la democracia española puede ser grave.