El otro día ganó una medalla de bronce para España una chica que se llama Ana Peleteiro. Confieso que desconocía su existencia hasta el lunes, para bien y para mal. Ignoraba que volviéramos a ser competitivos en atletismo, y desconocía aún más que lo éramos gracias a una activista.

Porque Ana Peleteiro, española de pura raza, al parecer es negra. Negra en el país en el que el partido tildado de extrema derecha presenta a un negro como candidato a la presidencia de la autonomía más racista de España. En el que uno de sus voceros más conocidos, apodado como ‘el negro de Vox’, que es uno de sus principales reclamos en los mítines, es cuarenta veces más oscuro que Peleteiro. Negra en España, el país en el que el facha del alcalde de Madrid ilumina la Plaza de Cibeles con los colores de Cuba, país de negros más negros que Peleteiro, reclamando su libertad de un dictador bastante más blanco que ellos.

En esta gran nación en el que el tono de piel es irrelevante para la derecha pero esencial para la izquierda, que no soporta a los individuos libres de un colectivo al que ellos puedan oprimir, resulta que tenemos a una medallista olímpica que prefiere despreciar a la media España que le alababa a cambio de generar dos minutos de aplauso de la otra que la ignoraba.

Ana Peleteiro, tras ganar la medalla de bronce para este país, que es el suyo, dijo que a muchos españoles ‘les jode’ que haya ganado una negra. Comentario, por supuesto, emitido por ceromil cerocientas personas en ceromil cerocientas ocasiones, pero que sirve para que Monedero diga que qué bien los que critican a los fachas.

Nuestra medallista olímpica, a la que yo sí le agradeceré su esfuerzo por nuestra nación a pesar de que ella crea que los fachas la despreciamos, ignora que hay algo que ‘jode’ de su victoria mucho más que su color de piel a un sector enorme de la población.

Porque en este país en el que la tolerancia a la inmigración legal es un fenómeno afortunadamente transversal, lo que desde luego no lo es es el amor a nuestra bandera. Porque en España es más fácil ser negro como el tizón y encabezar la lista de la formación catalogada popularmente como de extrema derecha que ser de izquierdas y llevar una bandera de España en la muñeca como símbolo del orgullo que supone pertenecer a esta gran nación en la que uno puede ser hindú, gay e incluso pelirrojo y que a nadie le importe nada en comparación con saber si prefiere la tortilla con o sin cebolla.

En España ser negro no es un problema transversal para la derecha, y tenemos ejemplos suficientes para demostrarlo. No somos un país racista, ni machista, ni homófobo, a pesar de que la izquierda viva en una ensoñación en la que estos rojos de medio pelo creen que viven en una batalla por la liberación del diferente cuando lo más revolucionario que hacen es inventarse un hashtag para su último TikTok grabado desde el móvil de papá.

En esta gran nación que una atleta negra gane una medalla olímpica para España es un orgullo para la derecha, porque su reconocimiento lo es a todos; y una desgracia para la izquierda, porque todo lo que huela a España les da un asco que se mueren. 

Esta semana Ana Peleteiro tuvo la oportunidad de ser una heroína nacional y ha quedado relegada a protagonista de un tuit de Echenique. Tanto entrenar para no ser más que eso. 

En fin, otra vez será.