Hace unos días un periodista tuitero hacía una pregunta en redes: ¿no percibís en vuestro entorno más cercano mucha gente que está al borde de petar? Fuimos muchos los que nos sentimos identificados.

Hace meses que no lloro, la vida pasa, la rutina me come, ejecuto sin pararme a sentir porque sé que cuando lo haga el nudo que tengo en la garganta, al que ignoro y no hago caso, estallará. Y cuando eso suceda, pónganse a cubierto.

Vivimos circunstancias excepcionales que nos están llevando al límite: inseguridad laboral, la pandemia, el miedo y la psicosis al contagio o a contagiar al margen de las vacunas, la crispación, el exceso de violencia... Cuando repartieron la empatía a mí me dieron una sobredosis y siento que la vida duele, y mucho.

Ansiedad, presión en el pecho, la culpa, esa maldita sensación que nos acompaña desde pequeños gracias a la religión que hemos mamao y que nos destroza con su peso invisible día a día. Si no tienen la suerte de conocerla son ustedes unos privilegiados o unos desalmados, según se mire. Yo comparto piso con ella y no sé como decirle que me apetece independizarme. Creo que también le gusta mi tejado a la jodía y por eso no me deja.

En mi defensa diré que progreso adecuadamente, me han costado y me cuestan algunas asignaturas, pero he pasado de curso sin ninguna para septiembre desde que decidí cuidarme para poder cuidar, como hizo Simone Biles hace unos días.

Hay que aprender a decir basta, priorizarnos y querernos, es la única manera de poder protegernos en un mundo que cada vez nos pone más al límite. Hace tiempo que aprendí que no es egoísta pensar en uno mismo, que debemos mirarnos al espejo y respirar. Hace tiempo que practico el desapego, no miro atrás e intento soltar parte de la culpa maldita que me susurra al oído. De ahí mi nudo en la garganta.

Es posible que sea el trabajo más importante a todos los que me enfrento en mi día a día, y por desgracia no acaba nunca, hay que estar alerta y protegerse. Esta sociedad insana en la que vivimos durante décadas ha mirado para otro lado a la salud mental y somos nosotros los que debemos ponernos el reto de plantar cara y darle visibilidad a lo que muchos vivimos y sufrimos.

Tenemos el mayor reto ante nosotros, no dejemos que ganen los malos. Hemos de ganar nosotros.