Para regresar al bipartidismo, que es a lo que vamos o en lo que parece que ya estamos, al menos en la Región de Murcia, tienen que producirse dos fenómenos. Uno, que el PSOE reduzca a Podemos a las cotas de IU, y dos, que el PP se trague a Cs y a Vox.

Lo primero, la absorción de Podemos por el PSOE, está en camino, no tanto por una estrategia de los socialistas como por el progresivo desplome del podemismo, que va cayendo por su propio peso. Aun así, una vez clausurada la etapa autocrática de Iglesias, hay un inicio de reconstrucción liderado por Yolanda Díaz, la ministra de Unidas Podemos más valorada del Gobierno de España. El intento de rearme recuerda la etapa en que el PCE quiso sobrevivir a través de IU. En este caso, la líder propiamente dicha de Podemos, Ione Belarra, una política de un solo registro, haría el papel de guardiana de las esencias en la retaguardia, mientras la ministra responsable de Unidas Podemos, una plataforma más amplia, jugaría a la flexibilidad y al pragmatismo en el mercado electoral. El problema es que tendría que empezar por la fusión con los errejonistas, que en esa estrategia de construir una izquierda más allá del PSOE, pero desprendida de mitos y falsas utopías, le lleva ventaja, hasta el punto de que en la Comunidad de Madrid se impuso al propio PSOE.

Para observar la dificultad de ese primer paso (la coalición entre Podemos y Más País) bastaría atender a las circunstancias de la Región de Murcia. Ambos partidos son polos que se repelen, pero la segura reforma de la Ley Electoral autonómica con provecho por PP de su nueva mayoría con los ex de Vox y de Cs, que exigirá un 5% mínimo de representación para obtener escaño frente al 3% actual, persuadirá probablemente a unos y a otros para presentar una sola alternativa ante el riesgo de que ambas formaciones, Podemos y Más Región, queden fuera del arco parlamentario, como ahora ocurre con IU. En caso de que ambas partes se vieran urgidas a una solución de socorro ¿quién lideraría la candidatura? ¿Óscar Urralburu, la figura política más consolidada del partido emergente, que ha dejado un reguero de añoranza en la izquierda no esquemática, o María Marín, que está procediendo desde la Asamblea Regional a la construcción de una imagen de oposición radical e incisiva sin pausa frente al Gobierno del PP y los captados de otros grupos con los que el popular López Miras ha edificado una mayoría absoluta tras haber sido superado en las elecciones por el PSOE? No hay que estar muy cerca de ese escenario para prever que, incluso mediante la interacción de Yolanda Díaz o del propio Errejón, el retorno a una casa común de Podemos, Más Región e IU es una quimera.

Se podría pensar en primera instancia que la división de la izquierda no socialista beneficiaría al PSOE. Pero esto sería así si el PSOE estuviera en la Región en un proceso de avance. Más bien parece que experimenta lo contrario, es decir, un visible retroceso. Y así, el dilema infernal es el siguiente: los socialistas necesitan un Podemos fuerte para sumar con ellos la mayoría que por sí solos no obtienen, o bien necesitan que Podemos se seque para crecer a su costa. Pero no ocurre ni una cosa ni la otra, sino que tanto PSOE como Podemos flojean mientras PP y Vox, ya sin Cs de por medio, crecen y suman.

En teoría, el PP lo tenía peor para regresar al bipartidismo, pues sus vías de desagüe se producían a derecha e izquierda, a través de las dos alas de la gaviota. Si pretendía fagocitar a Cs habría de centrarse y, en tal caso crecería Vox; si quería neutralizar a Vox tendría que bascular más a la derecha, y dejaría un espacio en el centro tanto para Cs como para el PSOE. Pero los milagros existen, y la prueba es que los populares han desarticulado a Cs sin necesidad de hacer un discurso de centro, tal vez porque desde que Albert Rivera desveló que su proyecto no era transversal, la desbandada masiva de electores solo dejó en el ámbito de Cs a los nostálgicos del PP, que pudieron apreciar que era más interesante el original que la copia. La experiencia de Ayuso en Madrid ha demostrado que se pueden hacer dos casas a la vez: matar a Cs y frenar a Vox.

Ese es el modelo que se pretende imitar en Murcia, por mucho que López Miras no reuna los encantos frikis de Ayuso o los luzca de manera diferente, con menos desenvoltura. Pero una parte del trabajo está hecho: Cs ha sido desarticulado, y ahora toca Vox. Cs era un partido dañino para el PP porque, aun cuando optó por amigarse con el partido de la derecha, no resultaba fiable para éste, pues el PSOE no cejaba en el intento de seducción, y siempre estaba latente la posibilidad del giro. La ‘gran coalición’ no era posible entre PP y PSOE, pero sí entre PSOE y Cs, ya que éste intentaba reproducir la imagen de una derecha progre.

Pues bien, liquidado el butrón Cs, ahora toca hacerse con Vox. Pero Vox, a sabiendas de que se lo quieren comer, no se deja. Lo último: han roto con el PP a cuenta del caso Ceuta. Pero en el PP se lo toman a broma porque saben lo que todo el mundo sabe, y es que Vox no puede facilitar Gobiernos de la izquierda por mucho que acumule rencor contra el PP por los desaires de este partido. Vox está obligado a coaligarse con los populares le guste o no, porque su electorado no entendería otra actitud.

Pero hay variables, como la de Murcia. La irritación de Vox por el hecho de que López Miras se apoye en los tres disidentes de este grupo en la Asamblea Regional es manifiesta. Digamos que las improvisaciones de un presidente de la Comunidad que, por las circunstancias de la moción de censura que intentó defenestrarlo, va al día, no son la mejor inversión para un futuro que se dibuja, una vez superada la situación excepcional de esta legislatura, como una ‘nueva normalidad’ en la que el PP precisará de los votos de Vox. Y ahí lo esperan.

Pongamos el siguiente supuesto: PP y Vox suman mayoría. Vox no puede castigar al PP por sus desplantes durante el actual mandato, pues en tal caso facilitaría el acceso al poder de la izquierda. Pero puede lanzar un órdago al PP: votarán la investidura de un presidente popular siempre que no sea López Miras. Y ya la tendríamos liada.

La moción de censura fue un fracaso, y con distintas deflagraciones posteriores se ha vuelto contra sus impulsores: ha liquidado a Cs en la Región y ha debilitado al líder del PSOE tanto por su renuncia a presidir el Gobierno alternativo como por la torpeza de sus explicaciones posteriores acerca de los intríngulis de la iniciativa. Pero a López Miras, triunfador en la encerrona y fortalecido en ella por la captura de nuevos aliados con los que asegurar una mayoría estable de Gobierno, también le ha obligado a bracear. El líder regional de Vox declara hoy a este periódico que López Miras le prometió en aquel embrollo que adelantaría las elecciones autonómicas, que era el mantra del partido de Antelo al olor de las encuestas. No confundir este reconocimiento tardío con la proclamación que en la sesión de censura hizo el líder socialista, Diego Conesa, quien dijo reiteradamente desde la tribuna que López Miras había pactado con Vox elecciones anticipadas para octubre de este año. Antelo desmintió entonces la existencia de ese pacto, pero ahora admite que durante el mismo transcurso de la moción de censura, el presidente le prometió la convocatoria de elecciones anticipadas. Es muy probable que así fuera, pues López Miras, en esa tesitura era capaz de ofrecer cualquier cosa para salvar el pellejo. Pero lo salvó al fin con la colaboración, no de Vox, sino, entre otros, de los disidentes de Vox, hasta el punto de nombrar consejera de Educación a una de ellas. No hay nada que pudiera irritar más a Vox, a lo que se ha de sumar el incumplimiento de la promesa sobrevenida acerca del adelanto electoral con el fin de atar todos los apoyos posibles para salvar la moción de censura.

En definitiva, Vox, que será sin duda el necesario apoyo del PP para el Gobierno de la próxima legisltura, está escaldado y dispuesto a poner duras condiciones. De modo que el PP, una vez integrado el electorado de Cs, tiene en esta fase una misión: reducir las expectativas de Vox. Esto pasa por la reforma de la Ley Electoral a fin de que, como ha ocurrido en Madrid, los votos parlamentarios para completar la mayoría sean muy pocos. Y, esto es lo peor, desarrollar políticas que integren el discurso de Vox. Es lo que viene.