Conforme van pasando los años vamos madurando y, nos guste o no, aunque la madurez nos sirva para ser más sabios con ella también nos damos cuenta de cosas que no nos gustan nada, vamos, que nos abre los ojos hasta el punto de aprender que la vida no es tan de color de rosa como creíamos. 

 Y es que hasta las personas que tanto querías desaparecen a la primera de cambio. Sí, personas, que no amigos, aunque en principio pensábamos que lo eran. A veces es por puro egoismo, otras porque al formar una familia dejan detrás todo su mundo incluidas las amistades (nunca lo entenderé), y en otras ocasiones porque sólo estaban contigo para aprovecharse y cuando ya no tienen más que sacar de ti dejas de interesarles y se alejan. ¡Pero y lo bueno que es aprender, madurar y que te dé exactamente igual ese tipo de personas!

 Yo, desde luego, no he cambiado y, conociéndome, estoy segura de que seguiré equivocándome, pero sí he aprendido a darle a cada persona la misma importancia que me dan a mí. Lo más valioso que tengo en mi vida es el tiempo y no pienso perderlo con gente que no lo merece. No, porque además ¡ya no me duele!

He aprendido a alejarme de quien me resta, y no me vuelvo loca queriendo ganar el aprecio de quienes me rodean; tampoco me peleo con el mundo ni empiezo a habar mal de esa gente. A esas personas que no te aportan nada les sigo la corriente como si me importaran mientras tengo claro que nunca haré nada por ellas y que las quiero lo más lejos posible.

 Los que te quieren y te lo demuestran, los que se preocupan por ti, los que te buscan porque te echan de menos, los que se alegran de tus logros, esos son los verdaderos amigos. Si tenemos en cuenta que el vínculo de la amistad trae consigo valores como la lealtad, el amor y la confianza, tener amigos es lo mejor que exíste en esta vida. 

Además, en tiempos de redes sociales hacemos un uso abusivo y bastante erróneo de la palabra ‘amigo’. ¡Y es que es una palabra tan grande! No son tus amigos todos tus compañeros de trabajo, ni mucho menos toda la gente que tienes en redes sociales y ni siquiera con los que sueles salir los fines de semana. Hubo una época en la que estuve equivocada, pero a vivir se aprende andando y ahora ya lo tengo claro. Sé perfectamente quién se quedó cuando mi vida se puso boca abajo.