El lector más asiduo de esta sección sabe que el Itinerante suele hacer un recuerdo todos los años acerca de la bahía de Portmán. Por muchas razones. Ha colaborado en alguna publicación acerca del asunto y está muy comprometido en su recuperación. Por ello, no dudo en dar a conocer cualquier testimonio sobre cómo era el estado original de aquello. Es el caso de este mapa de 1900.

Paradójicamente, la historia de Portmán está muy vinculada a la naturaleza. Parece ser que a principios del siglo XVIII el Gobierno de Felipe V promovió la cría de caballos para los ejércitos. Para ello, se acotaron algunos espacios en donde esa actividad pudiera desarrollarse de la mejor forma posible. Uno de ellos fue todo el valle de Portmán. La escasa documentación que se conserva sobre esto da a entender que el acceso a ese lugar quedaba limitado a los mayorales y trabajadores de caballería, y a los que debían encargarse de la custodia del mar desde la antigua torre vigía. Y ya desde el mar, a los pescadores de coral que faenaban en esas profundidades, a los que solo les estaba permitido hacer aguada y cobijarse en los días de mala mar. El desarrollo de la minería hizo desaparecer casi todo el arbolado de la dehesa, surgió el poblado y llegó el desastre ya conocido.

Dicen que Portmán fue un sitio idílico de veraneo. Junto a la playa se construían chalets o merenderos donde se reunía mucha gente de postín. Esa sociedad acomodada llegó a construir un pequeño teatro, que todavía hoy sigue esperando poder volver a abrir sus puertas. Todo esto cuando había playa, claro. Hoy se puede comer bien en varios establecimientos. Incluso se ha abierto un pequeño hotel.

A ver si la crónica del Itinerante de los años venideros puede contar otras cosas más positivas para Portmán.