Hemos escuchado estos días un sinfín de comentarios sobre Cuba. Me sorprende la irracionalidad e ignorancia de muchos de ellos. Conozco Cuba y tengo muchos compañeros y compañeras de organizaciones cristianas con los que mantengo permanente comunicación.

Ante esta situación me veo en el deber moral de compartir lo que he visto y oído desde mi experiencia de caminar durante muchos años por los senderos de la muerte y de la esperanza en Centroamérica y Chiapas.

La situación cubana es compleja. Hay luces y sombras. Comienzo por estas últimas. Lo primero que salta a la vista es la falta de libertad de expresión y organización política. Los medios de comunicación son del Estado. El Gobierno justifica este control informativo para evitar la penetración de elementos de espionaje desde Estados Unidos.

Hay escasez de medios de vida, sobre todo electrodomésticos, herramientas de trabajo… La alimentación está racionada. Los barrios antiguos de la ciudad de La Habana están bastante deteriorados. La circulación de monedas extranjeras, como el dólar y el euro, genera dos niveles de vida y ciertas diferencias sociales. El ritmo de consumo que tienen los turistas es una tentación permanente para los cubanos. El hecho de no poder acceder a lo que los extranjeros gozan, genera en muchos un cierto descontento. El transporte público es deficiente. Hay escasez de combustible debido al bloqueo norteamericano. Se siente una fuerte estatificación de la sociedad. Así como en el sistema capitalista se idolatriza el libre mercado, en Cuba se llega casi a idolatrizar al Estado.

En medio de estas sombras descubrí grandes luces, logros indiscutibles de la revolución cubana, que los países capitalistas tratan de ignorar y ocultar. En Cuba todos los ciudadanos tienen comida, racionada, pero comen. Allí no se pasa hambre, a diferencia de Centroamérica y América del Sur e incluso en Estados Unidos donde hay sectores de la población viviendo en extrema penuria. En los barrios de La Habana y de otras ciudades hay comedores populares. Por un peso cubano, es decir por seis céntimos de euro, se come un potaje, un plato de arroz con frijoles y camote frito con un jugo de fruta natural.

No hay mortalidad infantil, dato reconocido por Unicef y la OMS. La atención médica y los medicamentos son gratuitos. Existe escasez de medicinas debido al bloqueo, pero los cubanos con su creatividad han sabido hacer frente a ello. Sin embargo, con la pandemia han necesitado respiradores, pero Estados Unidos ha bloqueado la llegada de los mismos.

La Educación es gratuita, incluidos libros. El analfabetismo está totalmente erradicado. Todos los cubanos pueden estudiar una o varias carreras, según su capacidad. No hay niños de la calle. Hay seguridad ciudadana, se puede caminar tranquilamente a cualquier hora del día o de la noche por sus calles. Hay un alto nivel cultural como en ningún otro país americano, ni siquiera en España. Cualquier persona posee conocimientos de la realidad internacional. El arte (música, pintura, escultura, literatura, cine…) está muy considerado y desarrollado. Hay libertad de culto. Multitud de conventos, seminarios, eventos religiosos católicos y protestantes como en cualquier país latinoamericano.

Cuba fomenta el espíritu de solidaridad con los pueblos de América Latina y África. Multitud de médicos cubanos están prestando sus servicios en países de estos continentes. En fin, serían interminables las luces de la revolución. El principal obstáculo para un avance democrático, en justicia y libertad, es el criminal bloqueo norteamericano.

Amigos cubanos, algunos de ellos críticos con la revolución, después de haber visitado Centroamérica y Colombia, expresaron: ¡Cuba es un paraíso! La miseria, injusticia y violencia que hay en el continente americano no lo hay en Cuba. Por ejemplo, en los dos últimos meses, solo en Colombia, ha habido 68 asesinatos de líderes sociales perpetrados por las fuerzas armadas, 446 desaparecidos, 3.020 detenidos y 21 allanamientos incluso de conventos, realidad silencia por la oposición española.

A los que descalifican la revolución cubana sin objetividad alguna, les diría: «El que esté sin pecado tire la primera piedra», en palabras de Jesús. El gran desafío es caminar hacia una nueva sociedad de hombres nuevos, en palabras de Che Guevara, en donde la justicia y los logros sociales se conjuguen en armonía con la libertad. Porque libertad sin justicia social es una farsa.