Se llama torpeza. Preguntan a Diego Conesa en el comité regional del PSOE, un órgano integrado por tropecientas personas, algo así como la plaza pública, acerca de la fracasada moción de censura contra el Gobierno del PP, y responde que él y su equipo ya advirtieron a Félix Bolaños sobre que el socio necesario, Cs, no disponía en la práctica de los seis diputados figurantes, sino tan solo de cuatro, y de que aún entre los restantes, si no se ‘ataba a la pata de la cama a Valle Miguélez’ era probable que la moción no resultara. Queda implícito que, a pesar de tan razonable advertencia, Bolaños y después éste con Pedro Sánchez, decidieron seguir p’alante, de modo que la responsabilidad de haber tirado el carro por el pedregal recaería en los altos dirigentes de Madrid antes que al empeño de Conesa y del equipo dirigente del partido en la Región, a pesar de que ahora dicen que no las tenían todas consigo. Y esto incluso cuando el propio Conesa debió tranquilizar a Bolaños al respecto, pues admite que Valle Miguélez le dijo algo así como que «no podemos dejar pasar la oportunidad de que Cs tenga una presidenta de Comunidad», una reflexión tan sincera como la que expuso Isabel Franco, ya entonces decidida a parar la moción, cuando la llamó Inés Arrimadas para constatar su estado de ánimo: «Ya iba siendo hora de que desplazáramos al PP tras veintiséis años en el poder», le dijo a la entonces líder nacional de su partido la vicepresidenta del Gobierno que iba a ser sacrificada como tal para que Ana Martínez Vidal ocupara el sillón de López Miras.

Caben pocas dudas de que la ingenua versión ofrecida por Diego Conesa al comité regional del PSOE es la auténtica, es decir, que se advirtió a Bolaños de que Cs (a pesar de todas las seguridades que mantenían sus dirigentes nacionales acerca de que el Grupo Parlamentario de ese partido actuaría todo o en parte con disciplina) estaba carcomido en la Región por el falso liderazgo de Martínez Vidal y lo que aquí he denominado como ‘factor humano’, que se impuso sobre la lógica política. Pero es difícil creer que Conesa no empujara fuerte en favor de esa solución, a pesar de todos los riesgos que bien conocía, pues era su apuesta para el ecuador de la legislatura, una apuesta que parecía complicada, pero en favor de la cual, inesperadamente, sonó la flauta. Y no iba a desperdiciar la ocasión. Todavía pudo retirar la moción para evitar el espectáculo de la derrota cuando tuvo constancia de que la iniciativa no saldría adelante, y no lo hizo, no se sabe si por imposición de Bolaños o porque no creía que al final fuera posible la escenificación que ha otorgado una mayoría absoluta al partido al que había ganado las elecciones tras permanecer en el Gobierno desde 1996.

Se llama torpeza, digo. Porque pareciera que el líder regional del PSOE no hubiera leído la prensa durante las últimas semanas y no supiera que Félix Bolaños es ya ante todos, tras la remodelación del Gobierno nacional, la mano derecha de Pedro Sánchez. Si ya lo era antes, ahora, como ministro de la Presidencia, lo es de manera tan formal como explícita. Algo así como un vicepresidente del Gobierno sin este título, pero con más vitola política que quienes la lucen oficialmente.

Y ahí va Conesa y le adjudica la última responsabilidad sobre la fracasada moción de censura en Murcia con el añadido de que él ya advirtió sobre la posibilidad del desaguisado. Si Conesa fuera un García Page, uno de esos barones díscolos del PSOE, no habría nada que comentar, pero el alhameño pasa por ser uno de los más entregados líderes regionales a la causa sanchista. ¿Cómo se van a comer en Madrid que Conesa se haya despojado de toda responsabilidad en el fracaso de una iniciativa política crucial como la moción de censura y se la haya adjudicado al ‘advertido’ Bolaños, el nuevo hombre fuerte de Sánchez en el Gobierno socialista?

"La mayoría orgánica de Conesa sigue siendo muy alta, cercana al 80%, y el mensaje de la ‘renovación’ no pasa tanto por hacerle frente, como obligarle a forzar la integración"

Antes de que el audio de la intervención de Conesa en el comité regional del PSOE fuera publicado ayer por la web de este periódico, ya Bolaños lo podría haber escuchado, puesto que fue su primer destinatario. El secretario general de la Región de Murcia, según habrá podido escuchar el nuevo ministro de la Presidencia, le adjudicaba la responsabilidad de las consecuencias de una moción de censura que, visto el resultado a toro pasado, no debieran haber autorizado ni Sánchez ni él, pues habían sido advertidos de la volatilidad de las relaciones internas en el grupo de Cs, los socios necesarios. Dado que la moción de censura en Murcia no quedó en la Región, sino que desató toda una serie de réplicas, como las elecciones en Madrid, que, a la postre, han perjudicado al PSOE, cabe suponer el ánimo con que Bolaños habrá recibido este análisis de Conesa ante su comité regional en el mismo momento en que aquél ha sido impulsado políticamente con el acceso al ministerio esencial.

Tras autoescucharse en LA OPINIÓN, parece claro que Conesa se ha percatado de su torpeza, y ayer distribuyó una nota en la que admite que no estuvo afortunado al ofrecer su versión sobre la moción de censura. Una rectificación al límite, pues tan grave es admitir que no estuvo fino al constatar que no debe molestar al aparato nacional de su partido, que es el que hasta ahora lo ha venido apoyando, como reconocer de manera implícita que forzó su argumentación ante el comité regional del PSOE para tratar de eximirse del fracaso de la moción de censura desplazando la responsabilidad al ‘advertido’ gabinete central.

¿Mintió al comité regional del PSOE cuando mencionó reiteradamente a Bolaños como responsable último de la decisión? ¿Trata ahora de limar asperezas con Bolaños al autocriticarse por su ‘desafortunada’ explicación ante los suyos? ¿Y qué versión debería ofrecer hoy para contentar a unos y a otros? A los superjefes no hay que enfadarlos, y a los ‘súbditos’ no hay que engañarlos. Y todo esto cuando solo existe una única verdad. Pero ¿cómo decir la verdad si es incómoda para unos y para otros? ¿Qué le dirá a Bolaños y que responderá en el próximo comité regional sobre lo dicho en el celebrado esta semana?

Todo esto en un contexto complicado, pues el objeto del comité regional era establecer el calandario de los asuntos internos del partido: congreso, primarias, etc., unos trámites que se suponían poco menos que rutinarios para después del verano. Pero Pedro Sánchez ha dado un giro con su renovación del Gobierno que tiene expectante a todo el partido en todas partes, y nadie sabe sobre su alcance definitivo, tal vez ni el propio Sánchez. Aquí puede pasar cualquier cosa. Sobre esta cuestión hay un fenómeno constatable: en la Región se muestran exultantes aquellos que están al margen de la mayoría de poder que representa Conesa. Hasta María Gonzalez Veracruz, tal vez con un impulso inmoderado, se ha apresurado a difundir en redes el historial de su activismo político por plazas y mercados, como si dijera «estoy aquí».

Da la impresión de que el nuevo estatus, ya sin Ábalos en el partido y con las incorporaciones recientes al Gobierno, sobre todo la de Óscar López, dibujan un panorama más amigable para González Veracruz que para Conesa, como si a Sánchez ya se le hubieran pasado los rencores, más aún cuando el actual líder regional del PSOE acrecienta sus errores. Pero la mayoría orgánica de Conesa sigue siendo muy alta, cercana al 80%, y el mensaje de la ‘renovación’ no pasa tanto por hacerle frente, lo que probablemente resultaría infructuoso, como por prestarse a colaborar y ofrecer señales para forzar la integración, algo que resultaría incontestable en el conjunto de la organización socialista, dado que no se justifica la división interna cuando el PP aspira a revalidar su tradicional hegemenía. Con más probabilidades, desde luego, si la oposición se sigue deslizando en las torpezas.