La ley de Memoria Democrática, antes Histórica, es una ley que no concibe más reconciliación que la supremacía de unos sobre otros. De la izquierda y ultraizquierda sobre el resto. La Constitución del 78 sí era una reconciliación para todos. Y, merced a ella, España ha gozado los cuarenta años más prósperos de su Historia. No es admisible que el rasero de justicia lo imponga la izquierda. El rasero de justicia o se consensúa entre todos o no es rasero de justicia.

¿Cómo se puede proponer, e imponer, que la República del 31, que admitía checas y paseíllos, matanzas, violaciones de monjas, incendios de bibliotecas monacales, destrucción del patrimonio común y etcétera era el etandart de Estado de Derecho y democracia? No, no lo era. Tampoco lo era Franco, claro está. Pero sí lo era el 78, cuando Fraga y Carrillo se abrazaban, y también Alberti y Pemán. Hay fotos de ambos casos.

Esta ley va a dividir, y va a enconar odios y rencores ya pasados. Es pretender que faltaba un último parte de guerra: éste de la LMD/H; y ya se acabó. Así para siempre. Pues no va a ser así. También creyó Franco que dejaba todo atado y bien atado. Y no fue así. Quien crea que con una ley deja todo listo para la Historia comete el mayor pecado de imprudencia que hay: detener el tiempo. Imprudencia y soberbia. Únicamente quien cree que va a estar ya para siempre en el poder perpetra algo así. La Historia se ríe de quien intenta maniatarla.

Es una ley que va contra la libertad de ideología, contra la libertad de conciencia. No puede perdurar. Imaginar a todo el arco parlamentario de la derecha como franquista no sólo es equivocado; es provocador. Es querer ponerle puertas al campo, y barreras al mar. La concordia o es de todos o no es concordia. Es un trágala. El trágala, una forma verbal pronominalizada, hecha canción, la inventaron los liberales cuando en 1820, Riego impuso a Fernando VI (la peor persona de la Historia de España) la Constitución de Cádiz de 1812.

La minoría liberal del rencor y la venganza, plena de insania, les hizo salir a la calle cantando:

¡Trágala, perro,

tú, servilón,

tú que no quieres

Constitución!

Estamos en el mismo caso. La izquierda quiere imponer otro trágala a fortiori, con un solo diputado más en Las Cortes. Y la ayuda de quienes alardean de querer destruir España. El derecho de las mayorías mínimas y democráticamente transitorias no debe alcanzar a eso. No es perdurable, o no sostenible, como se dice en el neolenguaje impuesto. Además de ser injusta e ignominiosa.