El tiempo libre que me regala mi oficio lo invierto en lectura, una forma como otra de espera hasta que esta pesadilla, que por segundo verano nos invade, pase. Sumergida en la biografía de Sam Cooke (Estados Unidos 1930-1964) me golpea el pensamiento lo paradójico de nuestra existencia.

La voz de seda del soul que pasó más de media vida combatiendo el racismo y los estereotipos a los que estaban sometidos los negros en la América de los 50/60 jamás debió pensar que moriría a balazos como consecuencia de esos prejuicios.

Una vida desvanecida en segundos cuando esa recepcionista de hotel apretó el gatillo, truncado sus sueños por los derechos civiles. Tal vez el compañero agredido en el metro de Madrid también defendía una causa justa, quizás volviera a casa tras una guardia interminable y agotadora donde un alto porcentaje de las urgencias atendidas fueran el patrón de niñato macarra que le asestó el golpe.

El motivo es bien sabido, le instó a ponerse la mascarilla (obligatoria en lugares cerrados), las consecuencias también las conocemos. Un fuerte golpe en el ojo propinado con un arma blanca, que ha propiciado la pérdida de visión. ¿Qué tipo de personaje es quien sale de casa con un punzón o puño americano?

Ustedes me van a perdonar, pero los quiero bien lejos, sobran los iguales a este mañaco de 19 que ha provocado una fisura en la vida de alguien que sí es necesario en esta sociedad. Entiendan mi enfado, este ataque brutal y gratuito me toca de cerca como una metáfora real y dolorosa, es el precio que pagamos muchos sanitarios al creernos adalides del civismo con quien no quiere escuchar. Nos ningunean quienes se niegan a cumplir unas mínimas normal de convivencia.

Esta sociedad es nuestro puño americano, la que nos golpea en la cara al grito de «ojalá te mueras, gilipollas» como tiro de gracia... Posiblemente mi colega salía de tender su mano a muchos con la edad de su atacante, las visitas que tocan. Seguro que los calmó sin reproches, pero nadie le contó que al contrario de la canción con la que Cooke nos hizo creer en un mundo maravilloso, era todo mentira. La vida no valía nada.