Pues no, no se dejó todo atado y bien atado. Ni Franco dejó lo suyo. JCI le salió rana. Igual que a todos, al final, con las Corinna y las comisiones. Un Borbón más. Sólo hizo bien la mitad de los deberes. Únicamente por lealtad, JCI debió respetar más a su familia y a su parco pero suficiente patrimonio.

Pero no fue, el rey emérito, la principal figura que fue desleal con la Constitución que más prosperidad ha traído a este país llamado España. Los principales desleales fueron, son, los partidos nacionalistas, devenidos independentistas. Se les dio más representatividad de la que proporcionalmente les correspondía, y aprovecharon para empezar la fuga, previo chantaje a los Gobiernos de Madrid.

Los padres de la Constitución creyeron que la lealtad refrendada por toda la nación era para siempre. Pero estos que digo ya urdían sus deslealtades y traiciones desde aquel mismo día de diciembre del 78. Todos aguardaban su hora.

Los últimos, los socialistas, primero con Zapatero, ahora con Sánchez. Creen que un voto más les da derecho a volver el país del revés, por completo. Y, en el espíritu de lealtad inherente a la C78, estaba no romper con la oposición a niveles de confrontación social. Más tarde que temprano, eso sí, quisieron, quieren, dictaminar que la Guerra Civil no ha acabado, y que la van a ganar, por exterminio del enemigo, ellos.

No vale la reconciliación, sólo vale el ganar la guerra ellos, y ganarla absolutamente. No hay justicia, proponen si no ha involución en la Historia. Tachar nombres como José María Pemán y Juan de la Cierva son revanchas que destruyen la reconciliación, con plena consciencia de lo que se hace.

Ignoro lo que deparará el futuro, quiero decir, las elecciones del 24 y las previas autonómicas del 23. Y tampoco sé si esas elecciones serán limpias. Lo mejor, y es lo que yo pediría si rezase, es que, si cambia el Gobierno, no se desvíe de la senda constitucional del 78. No se contamine de la vesania de ahora, e intente laminar a la oposición. La reconciliación es un valor superior a la victoria, a la revancha y al odio sobre el contrario.

Y eso pasa: la C78 no se blindó frente a las deslealtades. Y ahora sufre las consecuencias. Y su generosidad ha sido pagada con el desprecio. Esas deslealtades han llevado a la cúspide ejecutiva a un narcisista ambicioso y ávido de poder, sin más ideología que ejercer el poder absoluto.

Los reveses de Díaz Ayuso y ahora el Constitucional, pasado el disgusto, le servirán para alimentar su ego, nutrido en la venganza, el odio y la patológica creencia de que, en él, habita la verdad.